viernes, 28 de marzo de 2014

MARZO, 2014


Raciones dobles en las lecturas de marzo. Porque atrapan y hacen volar la imaginación, deseas primero y saboreas después, porque lo que una regala lo enriquece la siguiente: Rosa Montero y sus crónicas reunidas y Stefan Zweig y sus pequeñas novelas salvajes. Rosa la periodista viajera de Estampas bostonianas y otros viajes, travesías a los rincones despoblados del planeta, al contacto con las gentes que tan poco se parecen a nosotros… viajamos para sentir que vivimos, a Irán, Australia, Alaska, el Polo Norte, Estados Unidos. Rosa la amante de los libros, lo que las novelas y sus autores la hacen amar, El amor de mi vida; “escribir es resistir”, escribe, mientras se baña en el placer que le brindan sus amigos los escritores y comparte las intimidades más secretas de su relación con los libros. Y te quedas con ganas de leer hasta caer. Zweig eterno, doliente y extremo, el de Amok y Viaje al pasado, obsesiones delirantes en el ardor de la soledad y amores perdidos en los recuerdos tiernos.

Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan tiene las agallas de bucear en su sangre desde el suicidio de su madre para retratar los episodios íntimos de su familia, desde sus abuelos hasta su numerosa prole. Lo que empieza idílico, entrañable e irrepetible se tuerce en el agujero negro de la muerte y la locura. Lucile se perdió, cayó, se retorció, se hundió, se levantó hasta ponerse de rodillas y volvió a caer. Una investigación purificadora, salida de las entrañas y compartida con sinceridad y sin rubor. Escalofriante. Te deja suspendido en una nube pensando en las miserias nuestras. Te alegras de ver a Delphine sonriendo después de todo.

Lecturas breves para completar el mes. La casa y el cerebro, relato victoriano de fantasmas firmado por Edward Bulwer-Lytton. Hemos visto tantas malas (y alguna buena) películas de terror que ya ni te mueves de la butaca con las puertas que se abren y los ruidos en la oscuridad. Y los últimos relatos de Scott Fitzgerald, esas Historias de Pat Hobby publicadas en revistas a pocos metros de la línea de meta de su vida: piezas para subsistir, anécdotas curiosas y graciosas que el autor recuerda de sus años en los estudios de Hollywood puestas en el pellejo de un pobre hombre, ese Hobby caradura echado a perder tan simpático como patético.

sábado, 15 de marzo de 2014

FEBRERO, 2014


Con Alta fidelidad en la cima de las novelas de rock, desde una tienda de vinilos y a través de los amores y desamores de un melómano, cualquier otra ficción sobre el asunto tiene muchos votos de quedarse rezagada. Le ocurre a LA CALLE GREAT JONES (Don DeLillo), publicitada con reclamos del estilo “la novela definitiva del rock”. Nada más lejos de la realidad. DeLillo no me entra y en esta obra primeriza rescatada por las editoriales atraganta la falta de empatía con un joven rockero que huye de la escena y se refugia en el anonimato. Apuntes secundarios atraen más que una trama atascada en una supuesta trascendencia pedante. Por New York también transita durante buena parte de la historia, entre juergas sexuales y etílicas sin control, el protagonista de DINERO (Martin Amis), monologuista antipático al timón de una elocuente escritura, descarnada y arrogante.

Baltimore, atroz hogar de The Wire, examinada desde diferentes ángulos en la interesante obra colectiva THE WIRE, 10 DOSIS DE LA MEJOR SERIE DE TELEVISIÓN, acoge también a la familia retratada en REUNIÓN EN EL RESTAURANTE NOSTALGIA (Anne Tyler), melancólico viaje a través de las décadas por las infelicidades cotidianas y los conflictos generacionales.

En los ojos de una niña desfila el universo sórdido y cruel descrito por Rosa Montero en BELLA y OSCURA, reafirmación de la pasión de la autora por la escritura, aunque proclive a la exageración descriptiva de personajes y precipitada en su desenlace. Para un público joven se desvía Ian McEwan de sus tramas profundas en EN LAS NUBES, entrañables episodios imaginativos de un singular niño con la asombrosa capacidad de abstraerse de una realidad menos divertida.

LA VIDA PARA PRINCIPIANTES, UN DICCIONARIO INTEMPORAL (Slawomir Mrozek) culmina con sus anecdóticos e irónicos ejemplos de conceptos universales un mes, como todos, dedicado a la evasiva devoción por las lecturas.

jueves, 13 de marzo de 2014

HORNBY & ME


Si tuviera que escoger un escritor con el que sentarme a charlar, con una Guinness delante y buena música de fondo al volumen ideal que nos permitiese hablar sin elevar la voz, ese sería Nick Hornby. Aprecio una especial cercanía entre nosotros, un vínculo que traza la pasión que compartimos por el rock y todas (o casi todas) sus variantes. De rock ‘n’ roll hablaríamos sobre todo. La conversación empezaría a media mañana y terminaría cuando el dueño del pub (en Londres, desde luego) nos invitase a marcharnos a casa.

De Hornby he leído todas sus novelas y algún ensayo o colección de textos en distintos momentos de mi vida, en castellano unas y en inglés otras. Tiene obras maravillosas (Alta fidelidad, Un niño grande), estupendas (Juliet, desnuda), divertidas (Fiebre en las gradas), correctas (Cómo ser buenos), irregulares (En picado) y también discretas (Todo por mi chica). Entre las virtudes que atesora su narración y su escritura, me gusta mucho el tono distendido, ligero si se quiere y a veces humorístico, con el que trata asuntos serios o preocupantes; es una desdramatización que no encuentro frívola, sino comprensible y entrañable.

Una de sus obras paralelas es una recopilación de los escritos sobre literatura que publicó para la revista The Believer entre septiembre de 2003 y junio de 2006 bajo el título The Polysyllabic Spree. En cada mes menciona los libros que compra y los que lee, alude a sus argumentos, enjuicia a sus autores y transmite lo que a él le dijeron esos libros en el momento de su vida en que los leía. La colección es, como indica su subtítulo, “el diario de un a veces exasperado pero siempre ilusionado lector”.

Tomando prestada su idea, me propongo, para dejar constancia de una fiebre compartida (no en las gradas sino en las páginas), publicar en este cómodo soporte mi personal y más bien modesta tarjeta mensual de lecturas, mi propio pollysyllabic spree.