viernes, 31 de julio de 2015

LA INSOPORTABLE PESADEZ DE KUNDERA


Hace un tiempo, en una época de inocente aprendizaje y bisoño afán de conocimiento, leí un par de libros de Kundera; también había una chica muy mona (y muy idiota, acabé por descubrir) a la que le gustaba el autor checo (o eso decía, o eso ella creía). La huella de Kundera se borró muy pronto de mi memoria, como el recuerdo de aquella chica. Años más tarde, bromeaba con un amigo sobre el concepto de escritor trascendente que se le atribuía a Kundera, un autor para mentes atormentadas que buscan respuestas complejas a dilemas existenciales, un literato al que gusta mencionar para dárselas de lector de textos profundos y lucir delicado postureo intelectual.

Volví a Kundera hace un par de años con otro libro del que se me ha borrado el título. El amigo me recomendó que leyera su primera novela, La broma, y yo, como aún tenía en la nevera La insoportable levedad del ser, su obra más conocida (y quizá reconocida), me decidí a entrar en ella. ¡Solo a mí se me ocurre dedicar casi una semana del verano, tan propicio para lecturas frescas y banales, a nadar en los remolinos trascendentales de Kundera, en sus fatalistas reflexiones de manual y retorcidas aunque vacías tramas que encierra esta deprimente novela sobre el hastío de la vida y la amargura del amor! Cuatro libros son suficientes.

viernes, 24 de julio de 2015

ELOGIO DEL PAPEL


Por el título me lo regalaron. “Elogio del papel”. Un ensayo. “Contra el colonialismo digital” es su subtítulo. Me conocen bien. Saben que defiendo a ultranza el tacto del papel, el placer de leer y poder mirar lo que llevo leído y lo que todavía me queda, el olor de los libros, su peso en las manos o en la mochila, abrirlos en el autobús, en la playa, en un parque, guardarlos, colocarlos en una estantería, mirarlos desde el sofá, tocarlos en una librería o en la biblioteca, nadar en las páginas…

El ensayo en cuestión, este Elogio del papel, lleva la firma del filósofo italiano Roberto Casati. Ameno, directo, sensato y claro. No es talibán el autor: ensalza la necesaria perdurabilidad del papel pero propone que la migración del papel a formatos digitales sea coherente y pacífica, y no total, es decir, que las hojas no mueran porque sus contenidos materiales son parte de nuestro conocimiento. Porque el papel, como la enseñanza tradicional en la escuela, debe persistir sin enfrentarse a los avances de la ciencia y sin rechazar su convivencia con la tecnología.

Al terminar la lectura, olí las páginas, cerré el libro y lo coloqué en un estante.