viernes, 25 de diciembre de 2015

BARNES ELEVADO A CUATRO

Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia.”

Casi sin darme cuenta Julian Barnes ha pasado bajo la luz de la mesilla de noche cuatro veces este año. Y al final de cada lectura he tenido la impresión de haber entrado en cuatro autores distintos. Tiene el británico en su prosa una habilidad sutil para convertir los experimentos en juegos literarios espontáneos. Es un travieso vicio que lo transfigura continuamente: en sus relatos, en sus novelas frívolas y en sus obras más serias. No deja de sorprenderme cada año, porque gotean sus libros una y otra vez.

De mutación en mutación se revela un escritor diestro y aventajado, a veces caprichoso, como en la propuesta distópica que ensaya en Inglaterra, Inglaterra; también conmovedor, como en las tres historias que hace volar en Niveles de vida, donde se desnuda de insospechada manera por el dolor de la pérdida de su esposa; otras veces hace malabarismos con los personajes de un triángulo moderno, tan mediocres como repugnantes los de Hablando del asunto; y además tiene un fino y encantador sentido del humor si por sus manos y sus fogones pasan asuntos ligeros, como cuando confiesa sus manías, comportamientos e ironías en El perfeccionista en la cocina. Y siempre tengo la sensación de Barnes cocina con precisión platos sabrosos para el gusto de variados paladares.

sábado, 12 de diciembre de 2015

LEERLO TODO

No sé a ustedes, lectores de avidez y avaricia, pero a mí me ocurre alguna vez todos los años, ahora sobre todo, cuando el consumismo responde a tradiciones ancestrales, las calles se bañan en luces y el gasto se erige en imperativo. Al entrar en cualquier lugar donde haya libros deseo comprarlos todos, tenerlos todos y después leerlos todos… cuando las obligaciones me concedan el tiempo adecuado.

El mercado de los libros enseña sus novedades, sus reediciones, ejemplares rescatados, tomos de encuadernación lujosa, libracos costosos que son tentación, clásicos en versión coqueta de los que presumir. Aparece aquel libro que una vez prestaste y no te devolvieron, ahora con una cubierta diferente. Muestra el escaparate el libro en el que te fijas siempre al pasar por delante del cristal y no te has decidido a comprar. Te pide un libro desde un estante que lo abras y te lo lleves, porque lo que cuenta está escrito para ti.

Me abruma la sobredosis de deseo, la fiebre de la lectura. No sé ustedes, a mí me pasa que en estas fechas en las que quiero leerlo todo, también quiero cerrar la cartera y no gastar nada y pedir a quien me tiene un poco de aprecio que, por favor, no me regale nada, ni un simple libro que les haga acordarse de mí… que todavía tengo un pila de obras y páginas en casa que no hacen sino crecer y crecer y crecer y crecer y crecer.