lunes, 25 de abril de 2016

FORD, FRANK, LA MUERTE Y LA VIDA

El amor no es otra cosa, al fin y al cabo, que una interminable serie de actos individuales.”
 
De cada libro que cerramos y guardamos o devolvemos deberíamos sacar enseñanzas, luces que alumbren nuestros espacios en sombra. Podremos reafirmarnos u observar el paisaje desde otros ángulos, seguir en línea recta o desviarnos. Buscamos esa riqueza en las lecturas: una frase, un breve diálogo, una descripción, un capítulo entero, un personaje que nos deje escarbando en los caprichos de nuestra vida y nos haga recordar el libro para siempre.
 
Un poco de todo esto es memorable en Francamente, Frank, la novela más reciente de Richard Ford. Al llegar a la última página tenemos la sensación de que la vida expira, de que la esperanza y la vitalidad a la que nos aferramos se nos va perdiendo. Esto es lo que hay, hasta aquí llegamos. No hay lugar al remordimiento. Unos somos más afortunados que otros. La muerte acompaña a Frank Bascombe y a los personajes moribundos de la cuarta novela de Ford que protagoniza Bascombe, la que sucede en una nueva década a la densa y 'radiografiante' trilogía americana del autor. Frank, tras dejar atrás enfermedades, muertes, matrimonios y el huracán Sandy, va perdiendo fuerzas en esta obra, pero aún conserva la agudeza y la ironía con las que asimilar cuanto se va pudriendo a su alrededor: la vida.