jueves, 16 de marzo de 2017

MONTAÑAS DE PAPEL EN LIBRERÍAS DE VIEJO


Debe haber en mi ciudad una decena de librerías de segunda mano; algunas venden también gran variedad de artículos (de cine en dvd a viejos discos de vinilo, de aparatos eléctricos de todo tipo a colecciones antiguas de sellos o monedas). A veces entro en alguna (me “dejo caer”, me gusta decir, como si en una tarde libre no tuviera mejor cosa que hacer que dar una vuelta por allí), revuelvo un poco y compro algún libro o me contengo para no seguir acumulando lecturas antes de marcharme. Lleva dos meses abierta una nueva librería de viejo, a cinco minutos de mi casa. Su planta baja está muy bien ordenada, con estanterías pulidas que huelen a madera fresca, pero empiezan a apilarse libros en la entrada, volúmenes de los que se desprende la gente por motivos diferentes, reúne en bolsas y lleva a la tienda para cambiarlos por dinero. Parte de esta cosecha nueva está yendo a parar ya al almacén del sótano, donde hay tantos libros como arriba. Su dueño, al que conozco desde hace tiempo y al que había perdido la pista, me cuenta que se le pasa por la cabeza crear una base de datos para archivar todos los libros que llegan a su negocio y poder saber realmente lo que guardan sus paredes. Pero, ¿tendrá tiempo de sobra para tal empresa? Él cree que no.


Hablamos un rato sobre todo esto. La conversación revivió las que tantas otras veces he mantenido con personas allegadas sobre esa magia invisible que desprenden los libros y el universo único en que orbita el acto vicioso de leer. Nos libramos de montones de libros porque la casa se nos queda pequeña o nos mudamos a otra con menos espacio o nos morimos y esas páginas no volverán a ser abiertas. Guardamos aún libros de editoriales muertas, con las cubiertas agrietadas, polvo pegado y el papel amarillo gastado. Todavía hay compradores (¡cuesta creerlo!) para la vieja edición de una biblia en buen estado o para los tomos de una enciclopedia de civilizaciones antiguas. ¿Tendremos que esperar al momento de nuestra jubilación, tumbados en la terraza, para digerir con calma la obra de Proust? Nos interesan tantas lecturas al mismo tiempo que nos hemos acostumbrado a combinarlas, a saltar de una a otra el mismo día para que no se nos queden rezagadas u olvidadas. Los libros, en nuestros muebles, en polvorientos sótanos o en tiendas de viejo, se han escrito y publicado para sobrevivirnos.

lunes, 6 de marzo de 2017

LEMAITRE Y VERHOEVEN

Hay un aspecto, un detalle agradecido y sincero de Pierre Lemaitre que me gusta mucho de sus obras que he leído: que al final de cada historia reconozca, nombrándolos, haber tomado citas (algunas modificadas) de autores que admira. El Lemaitre que hasta ahora conozco es el creador del comandante Camille Verhoeven, inteligente, pertinaz y sufrido protagonista de las cuatro novelas negras, retorcidas y salvajes del autor francés: el ciclo que forman Irène, Alex, Rosy y John y Camille, una serie que empecé en 2015 y a la que acabo de poner fin.

Con Lemaitre yo también debo ser agradecido. Por agarrarme desde sus páginas y llevarme por sus traumatizantes casos infectados con saña de sangre y horror y sus ágiles y concienzudas investigaciones en un carrusel frenético de tensión y expectación. La novela negra suele tropezar con sus propios tópicos en personajes y motivaciones, ambientes y desenlaces previsibles, costumbres que a menudo trivializan el género, pero que Lemaitre esquiva o espanta con la brillantez de una prosa sin respiro y los giros impredecibles de tramas asfixiantes. Tiene que ayudar que nuestro héroe, los 1,45 metros que mide Verhoeven, conduzca la nave con la seguridad de un capitán intachable. Y Verhoeven, con sus caídas y desgracias, la pasión por su trabajo y las nuevas oportunidades (lejos de esos molestos tópicos) consigue que nos entreguemos a él y a su creador.

Del ciclo, si debo escoger una, me decanto por Alex. El otro Lemaitre también me espera.

viernes, 3 de marzo de 2017

BRUCE DE PUÑO Y LETRA

Los fans (seguro que una parte bien grande) nos dejaremos seducir una vez más por algo que Bruce Springsteen nos quiera contar. Como algo más que su vida. Sí, algo más que unos cuantos recuerdos de la infancia y la juventud, la familia y los amigos, que consigan hacernos saber (o creer) cómo sentía el chico, qué inquietudes tenía y a qué preocupaciones se enfrentaba. O cómo comenzó a tocar la guitarra y a componer canciones en un pueblo de New Jersey que no ofrecía demasiadas salidas. Y tocó en sus primeras bandas y creó la suya propia. Y grabó un disco y alcanzó el éxito. Y ese éxito fue cada vez mayor y le convirtió en un músico muy famoso, muy rico y muy querido. Eso está en las memorias del Boss, Born to run, que comenzó a escribir hace siete años. Eso y bastante más. Bastante más que se disfruta. Si eres fan, desde luego, y si no, también.

Porque Bruce escribe de puño y letra, y se nota. Con un discurso cercano y emocionante con el que se abre y se recrea en intimidades personales (su distante y compleja relación con su padre, sus episodios depresivos o con tendencia al aislamiento, su cotidiana relación con su mujer y sus hijos) y profesionales (la relación con sus músicos a lo largo de los años, la razón por la que escribir canciones y cómo y con quién grabarlas, las sensaciones sobre un escenario y con su público o lejos de ellos). Su vida no tiene episodios truculentos ni sórdidos que despiertan el morbo y la leyenda de las que se alimenta el rock and roll. ¿Para qué? Bruce (siempre me dio esa impresión) es un tipo tirando a normal con el don de transmitir la magia verdadera de las cuestiones más convencionales a través de la música y empatizar con el público como si fuera el más querido de los amigos, el que nunca va a fallar.
Durante mi lectura de sus memorias, he recuperado algunos discos de Springsteen: unos nunca perderán esa magia emocional (los tres primeros, Nebraska, Tunnel of love, The rising, The Seeger Sessions) y otros resisten peor los años cumplidos. Su obra, en la que nada desmerece, no es perfecta, pero no es necesario que lo sea. Ahí delante, en vivo, sudoroso y visceral, el Jefe no tiene ni tendrá nunca rival. Eso, a los fans, no nos lo quitará nada.