lunes, 27 de mayo de 2019

ME PLANTO (BLOOMSBURY)

¿Cuántas veces nos plantamos en la mitad de un libro para arrojar la toalla, para cerrarlo con un golpe y decir "hasta aquí, no puedo más"? ¿Cuántas veces resistimos hasta el último párrafo frente al tedio que nos hace interminable un texto con el paso de las páginas? Se nos atasca un argumento retorcido que se marea en recovecos o nos atragantamos con un estilo resbaladizo. Resoplamos con la reiteración y lo convencional, o nos tiramos de los pelos con el riesgo vestido de vanguardia. O quizá no es el momento, el nuestro, para lanzarse a determinada novela y sumergirnos en sus pantanosas aguas. Hace unos años entré con interés en El buen soldado, de Ford Maddox Ford, y salí agotado en la decepción. Con Bufalino pasó lo mismo. Otro ejemplo. El río de pensamientos de Virginia Woolf no me ha dejado pasar de la página 30 y creo que la señora Dalloway tardará bastante en asomarse. Será eso, que no tengo ahora el cuerpo para perderme en la atmósfera de Bloomsbury, aunque a mi espíritu le encante flotar en sus calles.

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