lunes, 2 de septiembre de 2013

LOS COLORES DE ANAGRAMA



Unas veces frivolidades otras rarezas, casi siempre revelaciones sin importancia, las debilidades definen el lado freak de nuestro carácter. ¿Quién conversa con un amigo o un colega sobre el cambio de tipografía que Anagrama llevó a cabo hace unos pocos años en los títulos sobre las cubiertas de los libros de su colección Compactos? Yo lo hice hace poco. Nos gustaba más la tradición distinguida de la Times New Roman que los rasgos redondeados del nuevo diseño.

Porque siempre que llevamos los pasos hasta una librería lanzamos la vista en busca de novedades a los estantes coloridos, aquellos con el canto luminoso de los volúmenes de bolsillo de Anagrama Compactos, esos que luego iluminan nuestros armarios en casa y la hacen aún más acogedora. Esos libros entrañables que se ajustan a las manos y nos acompañan en la maleta en cada viaje.

El primero que compré debió de ser el de Lolita, el número 34 de color rosa claro, que ahora debe de ser el más gastado por las horas de reposo en los estantes y las manos prestadas. Después fue La conjura de los necios, el 38 y amarillo. Luego unos cuantos de Bukowski pintados de diferentes colores, Capote, Sharpe, Auster, Bolaño, Highsmith… hasta llegar a Banville, Modiano y Baricco. Caen algunos cada año. Son parte de mí esos libros, esos colores. No pasa un día que no levante la cabeza y veo la armonía caprichosa que los hermana uno al lado de otro ordenados alfabéticamente por el apellido del autor ante la mirada.

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