Unas veces
frivolidades otras rarezas, casi siempre revelaciones sin importancia, las debilidades
definen el lado freak de nuestro carácter. ¿Quién conversa con un amigo o un
colega sobre el cambio de tipografía que Anagrama llevó a cabo hace unos pocos
años en los títulos sobre las cubiertas de los libros de su colección Compactos?
Yo lo hice hace poco. Nos gustaba más la tradición distinguida de la Times New
Roman que los rasgos redondeados del nuevo diseño.
Porque siempre
que llevamos los pasos hasta una librería lanzamos la vista en busca de
novedades a los estantes coloridos, aquellos con el canto luminoso de los volúmenes
de bolsillo de Anagrama Compactos, esos que luego iluminan nuestros armarios en
casa y la hacen aún más acogedora. Esos libros entrañables que se ajustan a las
manos y nos acompañan en la maleta en cada viaje.
El primero que
compré debió de ser el de Lolita, el número 34 de color rosa claro, que ahora debe
de ser el más gastado por las horas de reposo en los estantes y las manos prestadas.
Después fue La conjura de los necios, el 38 y amarillo. Luego unos cuantos de
Bukowski pintados de diferentes colores, Capote, Sharpe, Auster, Bolaño,
Highsmith… hasta llegar a Banville, Modiano y Baricco. Caen algunos cada año. Son
parte de mí esos libros, esos colores. No pasa un día que no levante la cabeza
y veo la armonía caprichosa que los hermana uno al lado de otro ordenados alfabéticamente
por el apellido del autor ante la mirada.
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