"El plebeyo es ambicioso, el hombre verdaderamente noble es anónimo. En la nobleza innata existe una fuerza que es mayor que la luz que irradia la fama, mayor que el brillo del éxito, que el poder del que vence.”
El triunfo de la
belleza
La cita más o
menos periódica con la biblioteca me permite ir tachando nombres y novelas de
la lista de autores y libros pendientes. Quería entrar en Joseph Roth hacía
tiempo y antes de decidirme por su última y más recordada obra, La leyenda del
santo bebedor, me lancé de nuevo a la tentadora colección de novelas breves que
ofrece la editorial Acantilado. Al azar escogí El triunfo de la belleza y Jefe
de servicios Fallmerayer.
De Joseph Roth
sabía de su autodestructivo final, ahogado en alcohol y enfermedad, de su
carrera militar y de la fría precisión con que su lenguaje describía acciones desesperadas
o estados límite. Sumergirme por primera vez en sus relatos me ha desvelado a
un autor sin compasión con sus perdedores, a quienes prefiere no juzgar mientras
los acompaña hacia su deriva.
En estos libros
breves, en parte inspirados por situaciones reales que le afectaban muy de
cerca, como la enfermedad de su esposa, Roth se muestra como un misógino
rencoroso que lleva al hombre a una perdición amorosa que primero lo quema y
después lo anula o que lo elimina directamente. Peleles sin brújula, sus hombres
caen presos del encanto repentino de sus obsesiones. La tragedia que los liquida
anticipa la propia consumación de este amargo autor.
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