La pluma de Gay Talese traza lo que atrapa el visor selectivo de su rifle. Se queda con el detalle, el gesto sencillo y a veces imperceptible. Se detiene en personas corrientes y seres anónimos, en deportistas que pierden y héroes secundarios… o falsos héroes cuando se quitan el traje de faena, cuando salen de escena y se retiran del cuadrilátero. Escarba en alguien para traer al frente lo que está escondido, con lo que define su forma de ser y su comportamiento.
Las crónicas y
reportajes de Gay Talese en la prensa americana dieron lustre al Nuevo
Periodismo. No inventó nada, simplemente contaba lo que antes casi nadie contaba,
tocaba la piel de los hechos y personas con el adorno justo para transmitir sus
emociones. Entraba en un microcosmos para compartir sus menudeces y darles
importancia. Para su novela Honrarás a tu padre convivió con la mafia e hizo
comprender a sus capos, a sus señoras e hijos. Penetró tanto en sus rutinas que
evitó enjuiciar sus reprochables actividades. Un repaso a sus Retratos y
encuentros muestran a un informador curioso y atento, un descriptor pertinaz. Su
estilo ágil y cercano ayuda a empatizar con los seres reales que acompaña: Sinatra,
Ali, Joe Louis, DiMaggio, un redactor de obituarios…
Quienes nos
pasamos los días convirtiendo el acto de escribir en el servicio de informar debemos
marcar muy claramente la frontera que distancia los hechos simples y fríos de
los relatos cálidos y adornados. Quisiéramos desnudar dioses y descubrir paraísos
perdidos, pero nos debemos conformar con detallar una investigación judicial, cubrir
un congreso o un claustro universitario, cuando no recogemos las denuncias que
un político hace por lo que el Gobierno dicta y que antes él no dudaba en hacer
cuando estaba en el poder. A veces, los géneros comunicativos nos dejan ciertas
libertades narrativas y estilísticas que iluminan nuestro trabajo, mientras la mejor
literatura la escribimos en nuestra desbordante imaginación.
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