jueves, 6 de febrero de 2014

CORRER… EL PLACER DE CORRER Y DE NARRAR

Mi primer contacto con Jean Echenoz es a través de Emil Zátopek, el asombroso fondista checoslovaco, uno de los tres personajes reales en los que el escritor francés ha basado un puñado de sus novelas. En Correr, Echenoz reconstruye a modo de gran y veloz reportaje la trayectoria deportiva de Zátopek, ese entrañable hombrecillo al que tanto le gustaba correr, que nunca se cansaba, que pulverizaba las marcas de 5.000 y 10.000 metros y ganaba los maratones, que avanzaba al mismo ritmo, infatigable, como un titán asombrando a rivales y aficionados, y al que el comunismo utilizó como arma propagandística a mediados del siglo pasado sin que él nunca lo desease, sin que en el fondo le incumbiese. Con tal de que pudiese seguir corriendo, corriendo.
La simpatía por Zátopek, la Locomotora checa, la transmite Echenoz con un retrato conciso del atleta, quizá algo carente de profundidad, aunque en absoluto reprochable, y mediante un ejemplar ritmo narrativo, como si cada capítulo fuera una carrera que avanza intensa y sin descanso hacia la línea de meta. También se gana el lector el cariño por el personaje al prevalecer en el relato la pasión de Emil por su deporte y quedar manifiesta su indiferencia hacia los regímenes políticos de su tiempo. El país lo convirtió en coronel y en héroe nacional, pero cuando se mostró partidario de la apertura de Checoslovaquia a las libertades que se daban en la Europa occidental fue expulsado del partido comunista y del ejército y humillado. Cuando lo único que pretendía era correr y correr.

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