Lennon, el libro abajo comentado, fue mi reconciliación 'beatle' este mes de mayo. Retrospección entregada a la pasión, transformación perspicaz en el mito por parte de David Foenkinos.
Un trío británico
para continuar. Acudo a menudo al grupo de novelistas ingleses consagrado a
finales de siglo pasado, más que nada para pasearme por la isla y sus
personajes, su idiosincrasia y su grisácea fascinación. Julian Barnes, Ian
McEwan y Kazuo Ishiguro. De Barnes leo Antes de conocernos, no su mejor trabajo
pero sí una obra intrigante y turbadora: el carrusel peligroso en el que entran
los celos. A McEwan le dedico un viaje agradable en carretera para deslizarme por su última
novela, Operación Dulce, ejemplar argumento de espionaje y romanticismo en la
narración absorbente y un tanto ingenua de su protagonista femenina. Con Los
restos del día regreso a la sensibilidad atemporal de Ishiguro y repaso la
trama de la película en que hace años se convirtió esta obra: los recuerdos de
un mayordomo y la defensa de la dignidad cuando se acerca a las horas de la
noche.
Mi primer
contacto con el último premio Nobel, Alice Munro, es Mi vida querida, su más
reciente colección de cuentos. Conmueve el fatalismo de sus desenlaces, la insustancialidad
de sus personajes, los imprevistos descorazonadores o traumáticos de cada
historia y la desazón picante que deja la lectura rítmica de esta autora
canadiense, observadora lúcida de las ideas y angustias que nos acompañan y no sabemos cómo expresar.
Un aperitivo. Antes
de adentrarme un año de estos en Las correcciones o Libertad, despacho en menos
de una hora Zona templada, ensayo-relato de Jonathan Franzen sobre la huella anecdótica
que en su infancia dejaron las viñetas de Snoopy y Charlie Brown.
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