La balanza de
lecturas se inclina hacia Black, que gana por 4 a 1 al autor de nombre real,
Banville. Pero el último Príncipe de Asturias de las Letras me seduce más con
la única obra Banville que le he leído y el interés por las que esperan turno
para ser leídas (pronto caerá alguna) que por las cuatro que ya he despachado
con el pseudónimo por firma, el Black que destila novela negra.
Palpita sin
límites el placer de John Banville por la escritura, honda y profunda en El mar,
elegante y descriptiva, rescatadora de una atmósfera brumosa y nostálgica, en
El otro nombre de Laura, En busca de April, Venganza y La rubia de ojos negros.
Necesito más páginas del conmovedor estilo de Banville para emitir juicios más
precisos, aunque me atrevo a rebajar los beneplácitos que recibe la obra con la
que el autor se recrea bajo el nombre de Benjamin Black. No está mal, pero…
Me agradó Laura,
me abrumó de decepción April, me dejó frío Venganza y ahora no cato sabores ricos
con esta rubia de ojos negros sin pizca de encanto con la que Banville/Black,
con permiso de los herederos de Raymond Chandler, ha resucitado a su detective
Phillip Marlowe y al turbio ambiente de investigaciones, crímenes, secretos y seducciones
en que se movía. El Black de Banville vive su escritura y se regocija en ella,
pero explora lugares y tipos comunes y repetidos que pierden verosimilitud. En
breve, como digo, algo de Banville.
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