La huella que dejan sobre la arena de nuestros sentimientos muchos de los relatos de Raymond Carver tarda en ser cubierta por las olas. “Historias en las que una y otra vez, y con distintos protagonistas, se narra ese instante de sombría belleza y terrible verdad en que, de repente, lo comprendemos todo, y la vida ya nunca podrá volver a ser la misma”. Mejores palabras que estas de la cubierta trasera de una de sus colecciones no encuentro.
Cuando empecé
con Carver no le hallé la gracia (que no la tiene). Me parecían sus historias
fragmentos sin principio ni fin de anécdotas o situaciones cotidianas. Vale, ¿y
qué?, me preguntaba perezoso, bisoño. Volví años después a zambullirme en más
relatos, a los que les fui descubriendo las palabras calladas, esos desenlaces
abiertos y a la vez concluyentes que escondían tragedia, vacío, miseria,
soledad y sobre todo una incorregible insatisfacción.
Pasa el tiempo y
vuelvo a Carver. Si me necesitas, llámame guarda cinco relatos editados por su
esposa años después del fallecimiento del autor, cuando los encontró entre sus
papeles. La incertidumbre que sucede a las resacas, la amargura de la separación
y las lagunas en la comunicación los unen. Con el lenguaje justo, diáfano, doloroso.
Jodido acabas.
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