“Todo eso está ahí, pero nuestros ojos matutinos describen un mundo diferente del que describen los vespertinos, y nuestros cansados ojos crepusculares solo pueden dar cuenta seguramente de un cansado mundo crepuscular.”
Charley es el
perro de Steinbeck, de John Steinbeck, el novelista norteamericano. En 1960,
dos años antes de ganar el premio Nobel, Steinbeck quiso conocer mejor la
America de la que había escrito. Compró una furgoneta e instaló en ella un
remolque. La bautizó Rocinante. Quijote solo se acompañó de su caniche francés,
Charley. Recorrió más de 16.000 kilómetros y pasó por 34 estados. “No había oído
el habla del país, ni olido la hierba ni los árboles ni las alcantarillas, ni
visto sus cerros ni sus aguas, ni su color ni la calidad de su luz. Sabía de
los cambios solo por los libros y los periódicos. Pero, aparte de eso, llevaba veinticinco
años sin sentir el país”.
Los que somos y
nos sentimos viajeros constantes, aunque no podamos desplazarnos tanto como
deseamos, amaremos este libro: Viajes con Charley en busca de los Estados
Unidos, publicado por Nordica Libros el año pasado. Steinbeck lo llena de
anécdotas entrañables de su viaje, de encuentros con tipos comunes, de paisajes
soñados, reflexiones sobre la vida y uno mismo, y los pueblos y las ciudades y
los cambios al volante. Se oye el habla, se respira la naturaleza, se siente la
soledad en la noche y en la carretera. Con su prosa resplandeciente y
crepuscular como los ojos cansados.
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