Los grandes libros despiertan en mí el ansia de arrancar la primera hoja en blanco que encuentre y ponerme a escribir con voraz apetito. Una frase, un párrafo, una página. Es la conmoción que me deja una novela lo que me incita a penetrar de nuevo en el apasionante viaje de la escritura sobre un recuerdo o una ilusión, sobre lo real o lo imaginado. Este año lo han conseguido Eugenides, Banville, Steinbeck y ahora McCann, Colum McCann.
Un músico admirado citó a
este autor irlandés al explicar cómo había concebido su último álbum. Bastó esa
conexión para querer conocer la obra de McCann. Y Transatlántico, alabada
novela de 2013, ha
sido el primer contacto. Maravilloso. Tres generaciones de mujeres unidas por
una carta que cruza el oceano Atlántico y es abierta cien años después. Siete
historias en las que los personajes entran y salen, saltan entre Europa y América
en diferentes épocas. Con la sangre de las guerras, la infamia de la
esclavitud, el veneno del nacionalismo y la unión inquebrantable de la familia
y las huellas que deja grabadas a lo largo de los años.
La prosa de Colum McCann es de un
calado costumbrista, emotiva y cruel, de frase corta y herida aguda. Como el
dolor que relata y la superación que precisa. Un vuelo sobre el Atlántico, un
esclavo liberto, un senador en busca de paz, una criada huída y renacida, una
madre y una hija unidas cada día de la vida, un hijo perdido. Y su rastro
flotando entre viajes y continentes y más allá de los años.
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