¿Cómo de
grave es el daño como para penar con severidad un crimen? ¿Merecen condena
aquellos criminales que han cometido un delito empujados por fuerzas
desesperantes ante situaciones personales insostenibles? Son solo dos preguntas
entre las muchas que sugieren los once casos reales narrados por Ferdinand von
Schirach en su primer libro, Crímenes. El jurista alemán (conocía su obra y no
había leído nada hasta ahora) es un agudo y eficaz narrador. Recrea con concisión,
con el rigor de un buen reportaje periodístico y la distancia justa para no
juzgar los hechos, un manojo de casos que pasaron por su despacho. Fueron crímenes
brutales, salvajes, macabros o incluso intentos que no acabaron en crímenes por
poco; y sus autores (los que clavaron el puñal o los que fueron acusados de
haberlo hecho sin que hubiera pruebas del todo evidentes) se vieron arrastrados
a acciones violentas heredadas de su entorno o forzadas por el capricho de las
circunstancias. En todos, la complejidad para extraer un veredicto pone de
manifiesto lo resbaladizo que es interpretar los actos de los hombres cuando se
someten a la Justicia, tantas veces ajena a la miserable fragilidad del ser
humano.
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