Los relatos pueden omitir las explicaciones para darnos mucho más que pensar. Las ideas que apuntan y los pedazos de las vidas que narran nos permiten imaginar lo que no nos ha contado más allá de las páginas que abarcan. Dicen que un buen relato es aquel en el que tiene más valor lo que no se cuenta, lo que está detrás de los que se cuenta. Si leyera más no tendría tanto tiempo para dedicarle a escuchar discos y ver películas, pero entre mi modesto número de lecturas acabo de incluir un breve libro de relatos del autor dramaturgo (dramaturgo, músico, actor y director de cine también) Sam Shepard, una fascinante personalidad de la cultura norteamericana de finales de siglo XX.
Recomiendo una publicación titulada El gran sueño del paraíso, poco más de 150 páginas y casi una veintena de piezas cortas que describen con palabras y silencios el universo presente en casi todas sus obras, el que componen seres solitarios, personajes traumatizados, parejas rotas en la busca de sí mismas, moteles tristes, emociones a la deriva, los Estados Unidos. La pluma clara, precisa y sencilla de Shepard revela en esta colección de relatos situaciones desoladoras y desenlaces sorprendentes con una amarga sobriedad, sin el fatalismo de otros relatadores como John Cheever o Raymond Carver. Ya ha conseguido que siga comprando más libros suyos.
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