¿Nos interesan en realidad las vidas de los escritores cuando disfrutamos tanto de las historias que nos cuentan en tercera persona? ¿Qué les hace a ellos pensar que sí nos interesan tales actos de vanidad? Los escritores, los que son y los que de algún modo somos, son (somos) vanidosos por naturaleza. La vida hasta los 21 años que Patrick Modiano cuenta en Un pedigrí, en ese París flotante que se recuerda en el ensueño y se pierde, a mí no me interesa. La de Paul Auster hasta la misma edad, que recoge ese hombre adulto en su Informe del interior, a mí sí me interesa, aunque no haya nada extraordinario en el relato. Cuestión de gustos básicamente. Influye mucho, desde luego, el cómo se cuenta. Y ahí yo me decanto por la cercanía compartida de Auster.
La vida de Neil
Young también me la sabía, pero me ha gustado descubrir cosas nuevas y en sus
propias palabras, en sus memorias recién publicadas: El sueño de un hippie.
Nada del otro mundo, pero entrañable, agradecido, sincero. Al menos eso parece.
Y se disfruta si además el músico te gusta.
Dos obras
cortitas en abril, no muy aconsejables: Todos los muertos tienen la misma piel
(Boris Vian), zafia brutalidad racial (y además mal traducida por Edhasa). Lo
que queda de nosotros (Michael Kimball), cruda confesión de la vejez, detallismo
en carne viva que deja muy mal cuerpo.
Dicen (o
publicitan) que El complot mongol (Rafael Bernal) inaugura el thriller
policiaco mexicano, puede ser. Ágil y violento, cínico y despiadado. Pero su
trama, lejos de enredarse, se evapora enseguida.
Y John Banville
en su vertiente negra, a la que da el pseudónimo de Benjamin Black. Venganza, otra
entrega de los casos del forense Quirke. La prosa elegante y descriptiva lleva
de viaje a un Dublin de otro tiempo, pero el argumento flaquea sin dar lugar a
la sorpresa. El Black más reciente promete mes y me espera para un próximo mes.
De postre, otra
intriga, la de El gran festival de rock, pieza juvenil de la interminable obra
de Jordi Sierra i Fabra. Amena y rápida, aunque facilona e improbable. Hasta el
mes que viene.
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