lunes, 30 de septiembre de 2013

PREMIOS JUSTOS... KING Y EL NOBEL


Poco más (más bien nada) puedo añadir. Tan solo compartir. Me permito tomar prestadas


para que las lea quien aún no se ha tropezado con ellas y se deje caer por aquí. Si pudiera aportaría mi voto; sería para King, por ejemplo, antes que para Roth, Murakami o cualquier exótico candidato de las quinielas.

jueves, 26 de septiembre de 2013

UNA PUERTA QUE NUNCA ENCONTRÉ… RETRATO DE LA SOLEDAD

“La sola idea de esas vastas montañas de libros me volvía loco, cuanto más leía menos parecía saber.”

Entonces, en cualquier momento, el más inesperado, nos encontramos en las páginas de un libro y nos deslumbra la luz de nuestro retrato: lo que una vez fuimos y lo que en parte seguimos siendo. Somos quien sigue la línea errante de su camino, el que se detiene en sus paradas y absorbe lo que desfila ante sus ojos, el que quiere pisar donde nunca ha pisado antes y tachar de su lista el nombre de los pueblos, ciudades y estados que pasan bajo sus pies. Somos el solitario hambriento de libros, el devorador de palabras e imágenes. Somos el observador de nuestro barrio desde el alféizar de la ventana, quien escucha las conversaciones de los vecinos tumbado en el sofá, el ruido del tráfico y de los pasos que se cruzan en la calle. Y hay visiones y emociones que no sabemos explicar con palabras.

Thomas Wolfe me llamaba a distancia, pero no llegaba a escuchar su voz, su mensaje. Una puerta que nunca encontré, novela breve escrita en 1933, lo desnuda descriptivo en su paso callado por tres meses de octubre de su vida, en busca por la felicidad desde el umbral de su soledad. Wolfe murió joven, a punto de cumplir 38 años, la tuberculosis se llevó la emoción de su lirismo melancólico, cortó las alas de un ángel que nunca encontró su lugar en esta vida, la puerta que abrir, que cruzar y tras la que quedarse.

“Sencillamente, quería saberlo todo, y me volví loco cuando descubrí que no podría conseguirlo.”

lunes, 2 de septiembre de 2013

LOS COLORES DE ANAGRAMA



Unas veces frivolidades otras rarezas, casi siempre revelaciones sin importancia, las debilidades definen el lado freak de nuestro carácter. ¿Quién conversa con un amigo o un colega sobre el cambio de tipografía que Anagrama llevó a cabo hace unos pocos años en los títulos sobre las cubiertas de los libros de su colección Compactos? Yo lo hice hace poco. Nos gustaba más la tradición distinguida de la Times New Roman que los rasgos redondeados del nuevo diseño.

Porque siempre que llevamos los pasos hasta una librería lanzamos la vista en busca de novedades a los estantes coloridos, aquellos con el canto luminoso de los volúmenes de bolsillo de Anagrama Compactos, esos que luego iluminan nuestros armarios en casa y la hacen aún más acogedora. Esos libros entrañables que se ajustan a las manos y nos acompañan en la maleta en cada viaje.

El primero que compré debió de ser el de Lolita, el número 34 de color rosa claro, que ahora debe de ser el más gastado por las horas de reposo en los estantes y las manos prestadas. Después fue La conjura de los necios, el 38 y amarillo. Luego unos cuantos de Bukowski pintados de diferentes colores, Capote, Sharpe, Auster, Bolaño, Highsmith… hasta llegar a Banville, Modiano y Baricco. Caen algunos cada año. Son parte de mí esos libros, esos colores. No pasa un día que no levante la cabeza y veo la armonía caprichosa que los hermana uno al lado de otro ordenados alfabéticamente por el apellido del autor ante la mirada.