jueves, 19 de diciembre de 2019

TESS GALLAGHER: UN RELATO, UN TESORO

Lamento no retener en la memoria tanto como me gustaría. La edad y tantas exigencias que acumulan los años tienen parte de culpa. Por ejemplo, pierdo el recuerdo de los relatos que forman parte de un libro de relatos; claro que no es habitual quedarse con el argumento de tantos que pasan por nuestra vista, solo de unos pocos. De esos, quedan flotando en mi memoria las sensaciones del impacto que en su momento, la primera vez, causaron su desarrollo y su desenlace. Chejov, Carver, Richard Ford, Bolaño, Shepard, Bernhard Schlink, Lucia Berlin. En este capítulo de pequeñas piezas literarias acaban de ingresar tres breves relatos que contiene El amante de los caballos, de Tess Gallagher.

Gallagher fue pareja de Raymond Carver hasta la muerte del autor, hace ya 31 años. Él fue su tercer marido. Su obra es principalmente poética y El amante de los caballos fue su primera colección en prosa, que destila un fuerte arraigo y emoción poéticos. Los tres últimos relatos, El pelele, Medidas desesperadas y Chicas, contienen confortable sutilidad, callan más de lo que cuentan y culminan con el billete hacia tiernas, amargas y melancólicas reflexiones. Una mujer se cuestiona el carácter pasivo y pacífico de su marido por no haberla defendido ante las ofensas que sufre de su propio hermano. Otra mujer recuerda la atracción que sintió por un farsante encantador nacido para engañar. Y otra mujer comparte unas horas con una gran amiga del pasado que, cuarenta años después, ha perdido la memoria. Una rutina, un recuerdo, un pedazo de vida. La literatura está plagada de pequeñas obras maestras. Tres de ellas están en este libro de Tess Gallagher.

sábado, 14 de diciembre de 2019

DUELO CON LA NOVELA NEGRA


Novela negra o policiaca. El curso de una investigación y su laberinto de misterios, las pistas falsas, dudosas verdades, secretos revelados, sospechosos de todo pelaje. El género tiene su encanto. Y su público adicto. Y sus fórmulas reconocibles, con clichés que exigen respeto y veracidad. Quizá sea fácil ser diestro en crear tramas y universos intrigantes, con sus ambientes sórdidos o seductores, pero no tanto articular acontecimientos y desenlaces verosímiles.


Me sorprende cuánto crece el mercado policiaco de la novela, con novedades frecuentes y colecciones crecientes en las editoriales, como se puede ver en las librerías. A lo largo del año leo algunas novelas negras, no muchas, admito; no consigo engancharme. Siempre hay algo que no me convence o no me encaja en la explotación de escenarios habituales y recurrentes: la personalidad del policía o detective, marcada por traumas o desgracias; la retorcida mente del criminal, muchas veces condicionado por las mismas razones que el policía; los secundarios arquetípicos para dar soporte a las rutinas de los actores principales, en ocasiones intrascendentes; el rebuscado factor sorpresa y la tendencia a convertirlo cada vez más en un rizo imposible.

Como ya se ha expuesto en este blog, su autor disfruta con Patricia Highsmith y Pierre Lemaitre, y a veces con Benjamin Black. No le ha cogido aún el truco a Fred Vargas, no le han gustado las incursiones que ha hecho en los ambientes de Jo Nesbo y John Connolly y tiene aún demasiados novelistas pendientes. Parece que va de sagas policiales la cosa. Ahora el autor le dedica unas líneas a la novela negra a propósito del libro El último barco, de Domingo Villar, que ha leído este año.


Aquí tenemos a otro detective en su tercer capítulo literario, recibido como un gran acontecimiento en el ámbito editorial, dado que Villar ha tardado varios años, casi diez, en recuperar a su investigador Leo Caldas para devolverlo a los brumosos misterios de las costas gallegas. La larga lectura de este libro (supera las 700 páginas) me ha proporcionado tanto entretenimiento como irritación. No puedo negar que la trama engancha y que el aparente misterio está bien vestido, y el autor se recrea en la bruma que lo envuelve. Pero Villar, demasiado apegado a su tierra y al litoral de la ría viguesa (y a la personalidad singular y entrañable de los gallegos), extiende la historia con continuos interrogatorios, idas y venidas cruzando el puente de Rande en el espacio de muy pocos días, la incursión de secundarios demasiado manidos (el vecino autista, el eminente doctor que duda de los métodos policiales, el mendigo erudito, la antigua amante) y pistas tramposas hasta llegar a un forzado desenlace pensado para atrapar al lector en paños menores. Vaya. Mantengo mis cuentas pendientes con la novela negra.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

MUÑOZ MOLINA ENTRE LA GENTE

Un señor como Antonio Muñoz Molina, miembro de la Real Academia Española, director del Instituto Cervantes de Nueva York y excelente escritor (no se olvide) de amplia obra, puede permitirse, después de premios, reconocimientos y prestigio más que justos, escribir (y bien) sobre lo que le da la gana. Eso hace en Un andar solitario entre la gente, una especie de diario publicado en 2018 y elaborado mediante aquello que el autor veía, escuchaba o pensaba mientras, precisamente, paseaba entre la gente o descansaba entre ella, observándola, con la única compañía de un cuaderno.

Los demás, que nos dedicamos a la escritura en diversas variantes, seguro que hemos escrito textos similares, con más o menos adornos y referencias, con la misma o distinta profundidad y evocación con que lo hace Muñoz Molina, pero claro... no somos Muñoz Molina, y probablemente ninguna editorial de este país se atrevería (si nosotros nos atreviésemos a enseñarle nuestro apreciado manuscrito) a poner semejante reflexión y divagación solitaria en el mercado.

Durante más de un año he nadado por estas páginas de Muñoz Molina, que tenía guardadas en un cajón de la oficina y acudía a ellas en los tiempos muertos entre la mañana y la tarde. Me he perdido y despistado en ellas, pero también, gracias a esa brillante capacidad del autor para transportarnos a lugares e instantes de ensueño con las palabras, he flotado placenteramente con descripciones y añoranzas, con imágenes quietas y en movimiento que nos asaltan a cada uno cuando caminamos entre la gente.

Adjunto esta magnífica entrevista que una compañera le hizo a Antonio Muñoz Molina.