lunes, 21 de enero de 2019

ANIMALES

De vez en cuando leo la historia de un animal, mejor un perro, tan cercano siempre a los humanos, que cualquier otro. No son muchas esas historias que pasan por mis manos, sino pocas pero sumamente agradables, grandes libros diría. Quizá debemos reconocernos más a menudo en los animales para iluminar nuestros límites y ver más allá de ellos, para dejar de cansarnos de nosotros mismos y encontrar en otras criaturas ejemplos con los que estaríamos orgullosos y que seguramente nos harían sentir más dichosos.

La llamada de la naturaleza, de Jack London, da vida a Buck, un cruce de San Bernardo y pastor escocés al que apartan de su relajada rutina para arrojarlo a las crueles tierras heladas del norte para acompañar a los buscadores de oro. Magistral libro el de London, con la aventura y la supervivencia como vehículo hacia el encuentro con la esencia de nuestro lado salvaje. Antes me lo he pasado de maravilla con Flush, una novelita de Virginia Woolf sobre la acomodada vida de un cocker spaniel; con Tumbuctú, la novela de Paul Auster que sigue los azarosos pasos de un perro de raza indefinida, Mister Bones, y su amo Willy Christmas; con los Crímenes bestiales que relata Patricia Highsmith; y, no nos olvidemos, con la necesaria sátira con la que George Orwell retrató la endémica fiebre de poder y totalitarismo en Rebelión en la granja.

Vida perra. Vida animal.