jueves, 19 de diciembre de 2019

TESS GALLAGHER: UN RELATO, UN TESORO

Lamento no retener en la memoria tanto como me gustaría. La edad y tantas exigencias que acumulan los años tienen parte de culpa. Por ejemplo, pierdo el recuerdo de los relatos que forman parte de un libro de relatos; claro que no es habitual quedarse con el argumento de tantos que pasan por nuestra vista, solo de unos pocos. De esos, quedan flotando en mi memoria las sensaciones del impacto que en su momento, la primera vez, causaron su desarrollo y su desenlace. Chejov, Carver, Richard Ford, Bolaño, Shepard, Bernhard Schlink, Lucia Berlin. En este capítulo de pequeñas piezas literarias acaban de ingresar tres breves relatos que contiene El amante de los caballos, de Tess Gallagher.

Gallagher fue pareja de Raymond Carver hasta la muerte del autor, hace ya 31 años. Él fue su tercer marido. Su obra es principalmente poética y El amante de los caballos fue su primera colección en prosa, que destila un fuerte arraigo y emoción poéticos. Los tres últimos relatos, El pelele, Medidas desesperadas y Chicas, contienen confortable sutilidad, callan más de lo que cuentan y culminan con el billete hacia tiernas, amargas y melancólicas reflexiones. Una mujer se cuestiona el carácter pasivo y pacífico de su marido por no haberla defendido ante las ofensas que sufre de su propio hermano. Otra mujer recuerda la atracción que sintió por un farsante encantador nacido para engañar. Y otra mujer comparte unas horas con una gran amiga del pasado que, cuarenta años después, ha perdido la memoria. Una rutina, un recuerdo, un pedazo de vida. La literatura está plagada de pequeñas obras maestras. Tres de ellas están en este libro de Tess Gallagher.

sábado, 14 de diciembre de 2019

DUELO CON LA NOVELA NEGRA


Novela negra o policiaca. El curso de una investigación y su laberinto de misterios, las pistas falsas, dudosas verdades, secretos revelados, sospechosos de todo pelaje. El género tiene su encanto. Y su público adicto. Y sus fórmulas reconocibles, con clichés que exigen respeto y veracidad. Quizá sea fácil ser diestro en crear tramas y universos intrigantes, con sus ambientes sórdidos o seductores, pero no tanto articular acontecimientos y desenlaces verosímiles.


Me sorprende cuánto crece el mercado policiaco de la novela, con novedades frecuentes y colecciones crecientes en las editoriales, como se puede ver en las librerías. A lo largo del año leo algunas novelas negras, no muchas, admito; no consigo engancharme. Siempre hay algo que no me convence o no me encaja en la explotación de escenarios habituales y recurrentes: la personalidad del policía o detective, marcada por traumas o desgracias; la retorcida mente del criminal, muchas veces condicionado por las mismas razones que el policía; los secundarios arquetípicos para dar soporte a las rutinas de los actores principales, en ocasiones intrascendentes; el rebuscado factor sorpresa y la tendencia a convertirlo cada vez más en un rizo imposible.

Como ya se ha expuesto en este blog, su autor disfruta con Patricia Highsmith y Pierre Lemaitre, y a veces con Benjamin Black. No le ha cogido aún el truco a Fred Vargas, no le han gustado las incursiones que ha hecho en los ambientes de Jo Nesbo y John Connolly y tiene aún demasiados novelistas pendientes. Parece que va de sagas policiales la cosa. Ahora el autor le dedica unas líneas a la novela negra a propósito del libro El último barco, de Domingo Villar, que ha leído este año.


Aquí tenemos a otro detective en su tercer capítulo literario, recibido como un gran acontecimiento en el ámbito editorial, dado que Villar ha tardado varios años, casi diez, en recuperar a su investigador Leo Caldas para devolverlo a los brumosos misterios de las costas gallegas. La larga lectura de este libro (supera las 700 páginas) me ha proporcionado tanto entretenimiento como irritación. No puedo negar que la trama engancha y que el aparente misterio está bien vestido, y el autor se recrea en la bruma que lo envuelve. Pero Villar, demasiado apegado a su tierra y al litoral de la ría viguesa (y a la personalidad singular y entrañable de los gallegos), extiende la historia con continuos interrogatorios, idas y venidas cruzando el puente de Rande en el espacio de muy pocos días, la incursión de secundarios demasiado manidos (el vecino autista, el eminente doctor que duda de los métodos policiales, el mendigo erudito, la antigua amante) y pistas tramposas hasta llegar a un forzado desenlace pensado para atrapar al lector en paños menores. Vaya. Mantengo mis cuentas pendientes con la novela negra.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

MUÑOZ MOLINA ENTRE LA GENTE

Un señor como Antonio Muñoz Molina, miembro de la Real Academia Española, director del Instituto Cervantes de Nueva York y excelente escritor (no se olvide) de amplia obra, puede permitirse, después de premios, reconocimientos y prestigio más que justos, escribir (y bien) sobre lo que le da la gana. Eso hace en Un andar solitario entre la gente, una especie de diario publicado en 2018 y elaborado mediante aquello que el autor veía, escuchaba o pensaba mientras, precisamente, paseaba entre la gente o descansaba entre ella, observándola, con la única compañía de un cuaderno.

Los demás, que nos dedicamos a la escritura en diversas variantes, seguro que hemos escrito textos similares, con más o menos adornos y referencias, con la misma o distinta profundidad y evocación con que lo hace Muñoz Molina, pero claro... no somos Muñoz Molina, y probablemente ninguna editorial de este país se atrevería (si nosotros nos atreviésemos a enseñarle nuestro apreciado manuscrito) a poner semejante reflexión y divagación solitaria en el mercado.

Durante más de un año he nadado por estas páginas de Muñoz Molina, que tenía guardadas en un cajón de la oficina y acudía a ellas en los tiempos muertos entre la mañana y la tarde. Me he perdido y despistado en ellas, pero también, gracias a esa brillante capacidad del autor para transportarnos a lugares e instantes de ensueño con las palabras, he flotado placenteramente con descripciones y añoranzas, con imágenes quietas y en movimiento que nos asaltan a cada uno cuando caminamos entre la gente.

Adjunto esta magnífica entrevista que una compañera le hizo a Antonio Muñoz Molina.

lunes, 25 de noviembre de 2019

LA LIBERTAD... BY FRANZEN

Libertad para ser coherente con unos principios, para realizarse como persona, para no depender de nadie, para no rendir cuentas, para amar y para odiar. Un sueño en extinción. Sobrevivir a lo que nos hace vulnerables. En las junglas de asfalto, a cielo abierto en la naturaleza, en las cárceles del hogar.

Libertad (2010) entierra Las correcciones (2001). ¿Gran novela americana? Paso de tan elevadas categorías. Desconozco si entre los acólitos de Jonathan Franzen hay preferencias claras entre una y otra obra o las dos compiten en admiración. Con la primera en el tiempo me atraganté, me quedé sin aire por momentos, incapaz de agarrarme a elementos afines o de simpatía; con la que le sucedió nueve años después salgo a flote y me dejo arrastrar por los lazos que la familia Berglund y su amigo íntimo Katz me ofrecen. Con el telón de fondo de la crisis económica de la pasada década y la desmedida ansia materialista de la sociedad americana, Franzen, tan ambicioso como reflexivo, escarba en su celebrada novela Libertad en las contradicciones, deseos, frustraciones, angustias y supervivencias de quienes nos aferramos a unos ideales o tratamos de atraparlos. Con éxito y sin él.

viernes, 8 de noviembre de 2019

EL CÍRCULO CERRADO. CUANDO APRENDIMOS A LEER

La noticia, no por esperada, es menos triste. Pérdidas y falta de adaptación a nuevos mercados y nuevos formatos han acabado con Círculo de Lectores, una red de lectores que durante casi 60 años acercó la lectura a nuestras casas. A la mía también. Esta es mi pequeña historia con el Círculo.

Mi madre se había hecho socia, no recuerdo cuándo ni gracias a qué promoción. Yo era un crío, 10 o 12 años tendría. ¿Quieres pedir algún libro?, me preguntó un día. Aquel mes a ella no le interesaba ninguno y yo pasé las páginas de la revista que nos llegaba todos cada mes (¿o era cada dos?) para buscar algo que me apeteciese. Era el Círculo de Lectores, que te traía los libros a casa, con tapa dura y un logo circular en el canto, envueltos en un plástico. Lo que encontré, no recuerdo qué fue: quizá un libro juvenil, no sé. En los años siguientes llegaron más revistas y más pedidos: un libro de Groucho Marx, y más tarde otro de Julian Barnes, y de Ian McEwan, de Guillermo Arriaga, de Paul Auster, y un disco de Bad Company, y puede que algún artículo más de los que tenían en catálogo. Al vivir solo, una mañana una chica timbró en mi piso. Yo ya compraba muchos libros entonces y me había olvidado del Círculo. La chica era guapísima y no paraba de hablar, quería convencerme y lo consiguió enseguida (sin cruzar el umbral de la puerta). Por hacerme socio me regalaban dos libros: La sombra del viento, el de Zafón que me entretuvo, y Hasta que te encontré, un tochazo de John Irving que me gustó mucho. Y cada mes una señora (la chica se esfumó) me traía la revista y me llamaba por teléfono para preguntarme qué me interesaba. Pero el catálogo cada vez me interesaba menos y me resultaba difícil elegir. Y me volví a olvidar del Círculo, salvo cuando veía el canto de sus libros en las estanterías de las librerías de viejo. Y hoy ya no existe el Círculo, que a muchos nos ayudó a caer en el placer de la lectura. Gracias.

martes, 5 de noviembre de 2019

LAS PREGUNTAS DEL JOVEN COETZEE

"¿Es ese su problema, así de simple: que todo este tiempo ha sobrestimado su valía en el mercado, engañándose con la idea de que le correspondían las escultoras y las actrices cuando en realidad le corresponde la maestra de guardería del piso de protección oficial o la aprendiza de la zapatería?"

Es raro no sentirse en la piel de J. M. Coetzee en los años que rememora en Juventud, la segunda entrega de sus memorias noveladas, en las que sus días en Londres tras abandonar Ciudad del Cabo y una distante relación familiar, al poco de pasar de los 20 años, revelan al joven ambicioso y decidido pero también inseguro y descentrado que, en el fondo, hemos sido todos. Si algo sobresale en esta obra, este sumergimiento en los deseos, vocaciones, miedos y rutas variables de la juventud, son las numerosas preguntas que el autor se hace a lo largo del relato. Preguntas sobre lo universal y sobre lo mundano, desde lo trascendente a lo insignificante; sobre aquello a lo que me quiero dedicar y entregar, sobre a quién quiero encontrar, sobre un país en conflicto consigo mismo y una persona que no se encuentra a sí misma. 

Coetzee intercala sus preguntas, las que todos nos hemos hecho cuando no sabíamos aún ni quieres éramos ni qué queríamos para todo cuanto nos esperaba, con escenas vividas en aquellos años, a mediados de los sesenta, en un Londres gris pero seductor que crees que te va a conquistar y a definir pero que en realidad te convierte en el más anónimo de sus seres anónimos. Juventud (escrito un año antes de que su autor recibiese el Nobel de Literatura) son las memorias que todos guardamos desde hace tiempo en el cajón.

lunes, 28 de octubre de 2019

REPORTAJES LITERARIOS

Hoy que apenas leemos (dicen, decimos), que entramos en los periódicos sin mancharnos los dedos de tinta, que vemos los titulares de prensa en las redes sociales de cada medio sin llegar a la explicación del subtítulo, que con la rueda del ratón o las yemas de los dedos invertimos uno o dos minutos en saber qué nos cuentan los diarios con el esfuerzo y la mecánica de sus trabajadores... reivindico el gran reportaje, esas piezas trabajadas y bien ilustradas que alimentan los suplementos del domingo, el reportaje largo con que nos deleitan publicaciones especializadas y que, lamentablemente, las prisas y urgencias de cada día nos impiden saborear con detenimiento y placer.

Hay libros que son grandes, extensos reportajes. Algunos son obra de autores con vocación y permanente espíritu periodísticos. El periodista de raza (hoy en extinción) divisa el libro-gran reportaje como el culmen de su carrera, una utopía genorosa, alcanzable, que le premia con una gloria perpetua o efímera no exenta del riesgo de causarle un ahogo. Algunos textos de Carrere, por ejemplo, son magistrales investigaciones periodísticas, aunque no lo parezcan. Y ahora paseo por los reportajes publicados hace 40 y 50 años por Tom Wolfe que reúne el libro Las Décadas Púrpuras, como hace un año lo hice por los turbulentos Ejércitos de la noche de Norman Mailer.

Ojo, que Wolfe, con todo ese prestigio y nombre que lo visten (como a su odiado Mailer), es un diablo esquivo, un mago desconcertante del lenguaje que juega a su capricho con lo que ve, oye, huele, siente e intuye como halcón sagaz que se echa encima de su presa. Wolfe mola pero agota, al tiempo que puedes reverenciar una ingeniosa observación, un mordaz ataques (magníficos sus ensayos La palabra pintada y ¿Quién teme al Bauhaus feroz?) maldices sus bromas y excesos. Es raro no quedarse en fuera de juego con sus juicios y visiones. Trabajó y vivió en la cumbre. Creo que conviene bajarlo unos peldaños, sin dejarlo desprovisto de sus impecables trajes.

lunes, 14 de octubre de 2019

REENCUENTRO CON MR. GREENE

El tercer hombre es una de las primeras lecturas que recuerdo. Era una de las primeras entregas de una colección de obras policiales y de suspense que cada semana tenía en el quiosco y me compraba mi madre, Círculo del Crimen. Cada título tenía unas pocas ilustraciones que te ayudaban a ponerte en situación y a entrar en el clima de lo que leías. Guardo en el trastero unas cien obras encuadernadas de aquella serie, de las que he leído algunas, no muchas la verdad, aunque pude descubrir a estimulantes autores como Le Carre, William Irish, Ross McDonald, Spillane o Georges Simenon. Con los años, volví a leer alguna vez a Graham Greene (Brighton Rock, El fin del romance), y ahora ha caído en mis manos, escondido entre tomos amarillentos en una librería de viejo, una recopilación de relatos del autor inglés de lo más interesante.

Bajo el título El ídolo caído y otros relatos se reúnen piezas singulares de Greene, unas extrañas e impredecibles, otras olvidables. Los temores a la oscuridad, nostálgicos recuerdos, misiones criminales, viejas películas clandestinas y surrealistas castigos fisiológicos sirven de escueto argumento de algunas de esas historias. El autor, del que acabaría viendo unas cuantas películas basadas en su obras (Nuestro hombre en La Habana y El americano impasible, entre ellas), posee, como muchos otros hábiles narradores británicos, la virtud de acomodarse en una especie de estilo sin estilo, una rara cualidad de otro tiempo que hace primar la naturalidad y el apego, sin renunciar a un sutil aura evocador.

domingo, 13 de octubre de 2019

LOS NOBEL Y YO

Sin imperativos, sin encomiendas, los premios Nobel de las letras me invitan a conocer, o a profundizar, o a descubrir. Y sigo, o renuncio, o confío, o descarto. Nadie obliga a nada. ¿Quién es Olga Tokarczuk? ¿Quién es Peter Handke? A la primera no la conozco. Al segundo sí: de no convencerme ha pasado a no gustarme, perdido en los grises laberintos de la incomunicación.

Un repaso personal. Una vez un amigo con el que comparto el vicio perdurable de la lectura me dijo que en realidad habíamos leído pocos premios Nobel; mi caso le da la razón: 112 autores y autoras han recibido el galardón desde 1901 y yo he leído al menos una obra de 26 (de Kipling a Handke), lo que representa solo el 23% de los premiados. Cuánto hemos leído y cuánto nos falta por leer.

John Steinbeck es el Nobel en el que más he profundizado, y también he entrado en unas cuantas obras de Faulkner, Thomas Mann, Ishiguro, Cela, Modiano, Alice Munro, Hesse y Vargas Llosa. Después de haber probado con un título de Heinrich Böll y Orhan Pamuk, volveré a ellos; pero me ha bastado uno de Toni Morrison y Doris Lessing para no volver a intentarlo. Y espero, algún día, conocer a Kertesz, Pasternak y Seanus Heany para descubrir nuevos mundos de historias y palabras.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

CORAZÓN GIRATORIO: LA CRISIS, LA TRISTEZA


Me estreno en Sajalín Editores con el irlandés Donal Ryan y su demoledora Corazón giratorio. Novela de las que el rastro te sigue unas horas más tras dejar la última página.

Apuntes:

La editorial barcelonesa tiene por gusto dar a conocer obras nunca antes traducidas al castellano, parte de ellas firmadas por autores malditos, con biografías marcadas por los conflictos con la ley y los fantasmas de un pasado sombrío y problemático; salvo uno o dos casos, y con no más de dos detalles, no conocía nada de estos escritores.

Pasé unos días en Irlanda, en Dublín y alrededores, y quería leer algo irlandés. No me apetecían redes ni laberintos de Beckett o Joyce, me tengo muy leído a Banville, prefería algo nuevo, crudo y muy autóctono: y acierto en la apuesta. Este libro fue finalista del premio Booker en 2012.

La obra:

Ryan sitúa Corazón giratorio en el núcleo de la crisis económica irlandesa, hace casi una década, a través de una veintena de monólogos de distintos personajes que habitan un pueblo gris y chismoso, con padres sin alma e hijos sin rumbo, madres desoladas e hijas vacías. Sin esperanza en el futuro, en un presente negro. El autor enlaza las piezas sin artificios, con la naturalidad con que se unen los vínculos en comunidades pequeñas, habilidoso para traducir las miserias y las palabras de jóvenes y mayores, de niños inocentes y seres sin luces. Con un crimen, un secuestro, una tragedia y el drama de la pobreza y el paro en menos de 180 páginas de profundo interlineado. Magnífica novela.

domingo, 4 de agosto de 2019

AMÉLIE

Puede ser que a veces nos puedan extraños prejuicios sin fundamento. Que nos hartemos de una imagen sin analizarla detenidamente; de un artista, de un concepto, una tendencia. Todo precisa más que una mirada superficial. Me pasa que me he hartado un poquito de ver cómo cada año Amélie Nothomb tenía una novelita nueva en las librerías, con ella, como casi siempre, como imagen de promoción de sus obras; ella y sus sombreros de otra dimensión, con su aspecto siniestro entre Mary Poppins y la Helena Bonham Carter sórdida de las películas de Tim Burton. Y el caso es que lo que he leído de ella no está nada mal, nada de otra galaxia pero más que correcto, apetecible en principio pero no del todo redondo ni en su exposición ni desenlace. Es de esa(o)s autora(e)s que me da pereza continuar porque me dejan a medio camino, sin hambre ni sed. 

He leído tres obras suyas, de la casi treintena que la tiene. Para quienes la conozcan y hayan leído de una manera próxima a la mía y tengan las mismas dudas, les recomiendo Antichrista, una perversa mirada metafísica sobre sí mismos en esa incierta posada de paso que es la adolescencia.

martes, 9 de julio de 2019

JUSTICIA PARA BERNHARD SCHLINK... OLGA



"Nunca le sacarás todo el partido a lo que te ha tocado si no lo aceptas."


¿No te llenan de júbilo y escalofrío esos momentos en los que te das cuenta de que lo que estás leyendo alcanza lo sublime, y las palabras trazan una historia predestinada a permanecer en ti para siempre? ¿No crees que en esos momentos la escritura es el recurso más noble que eleva una emoción a la esfera de lo sagrado? No sé si exagero, puede ser, pero es que así, como describo, me he sentido alguna vez, y Bernhard Schlink ha sido el responsable de que mis sentimientos llegasen a ese éxtasis con dos de sus libros: El lector y Olga, su última novela. Sí, Olga me parece una obra maestra, como en su día dije de El lector. Y todo lo que firma el juez Schlink que hasta ahora le he leído me encanta.
Olga, como en otras de sus obras, navega por la historia de un personaje llamado al aislamiento y en lucha con su entorno adverso a través de otros ojos y en el curso de la historia, de los años que pasan por una Alemania entregada a la conquista. La novela retrata desde tres ángulos el frustrado (o incapaz o imposible) amor de Olga y Herbert, en la carne y en la distancia, en momentos furtivos y en cartas perdidas, con el trazo delicado de una mujer entera y admirable, una hermosa hoja caída de un árbol que se pierde entre el polvo tragada por el viento.

Pocos libros entran en mí hasta arrancarme alguna lágrima. Schlink lo ha conseguido por segunda vez.

martes, 11 de junio de 2019

LA MEJOR HISTORIA DE JULIAN BARNES

Desde el otoño de nuestras vidas que divisa muy cerca el invierno, la vista atrás nos devuelve al frescor eufórico de la primavera. Con la perspectiva de la templanza y el juicio de quien ya no espera más satisfacciones, sin impulsos corrompidos por las prisas y la ambición. Julian Barnes (73 años) se ha metido en el pellejo de un veinteañero que, muchos años después de aquel amor que condicionó el resto de su vida, se pregunta si es mejor amar más y sufrir más o ahorrar en amor y en sufrimiento. Como si en el momento del aguijonazo mágico del encantamiento fuéramos capaces de vernos en el curso de su maldición.

Tiene La única historia la nostalgia dolorosa de El sentido de un final, la misma habilidad de exposición en el recorrido por las vivencias que nos recupera la memoria: el encuentro en una pista de tenis, la cercanía de los paseos en coche, la huida y su presupuesto, la convivencia, la soledad y las mentiras, el resto, lo que aún queda. Barnes se mira en un personaje que acepta su dependencia del amor y asume las consecuencias. Sin gestos ni escenas para la galería, sin el vicio de la sensiblería. En su mejor novela. Quizá.

lunes, 27 de mayo de 2019

ME PLANTO (BLOOMSBURY)

¿Cuántas veces nos plantamos en la mitad de un libro para arrojar la toalla, para cerrarlo con un golpe y decir "hasta aquí, no puedo más"? ¿Cuántas veces resistimos hasta el último párrafo frente al tedio que nos hace interminable un texto con el paso de las páginas? Se nos atasca un argumento retorcido que se marea en recovecos o nos atragantamos con un estilo resbaladizo. Resoplamos con la reiteración y lo convencional, o nos tiramos de los pelos con el riesgo vestido de vanguardia. O quizá no es el momento, el nuestro, para lanzarse a determinada novela y sumergirnos en sus pantanosas aguas. Hace unos años entré con interés en El buen soldado, de Ford Maddox Ford, y salí agotado en la decepción. Con Bufalino pasó lo mismo. Otro ejemplo. El río de pensamientos de Virginia Woolf no me ha dejado pasar de la página 30 y creo que la señora Dalloway tardará bastante en asomarse. Será eso, que no tengo ahora el cuerpo para perderme en la atmósfera de Bloomsbury, aunque a mi espíritu le encante flotar en sus calles.

martes, 30 de abril de 2019

LA LIBERTAD DE LA AUTOCARAVANA, EN CAMPING-CAR

En la lectura de En camping-car me he reencontrado con el niño que fui. No por verme revivido en los recuerdos veraniegos de su autor en los viajes en su autocaravana familiar durante los años ochenta por el sur de Europa (mis rutas y vivencias fueron más modestas), sino por la sensación recuperada de los colores y olores, días y lugares de aquel tiempo que nos contempló en los veranos de nuestra infancia. Noches estrelladas desde el tejado del vehículo, comidas bajo el toldo en muebles plegados, recuerdos de cada estancia, visitas a museos, piedras enterradas, fruta, crema bronceadora, baños en la playa, juegos, comics...

La familia de Ivan Jablonka y otra familia amiga recorrían las carreteras de Portugal, España, Italia, Francia, Grecia y Turquía (años antes cruzaron el mapa de Estados Unidos) en una autocaravana Combi Volswagen que llamaban "el bus". Cada verano se entregaban a un ejercicio de autoconocimiento y realización, de madurez y aprendizaje. Aquella experiencia le proporcionó la libertad para alcanzar la felicidad ("¡Sed felices!", les ordenaba el padre al niño y luego adolescente Ivan en una viaje cuando no disfrutaban de la contemplación del paisajes a través de las ventanas) y años después, con la nostalgia de aquellos viajes y desde la perspectiva de aquellas emociones, reflexiona sobre la vocación, la familia, la educación, el progreso y el tiempo que nos revela cómo erámos y en qué nos hemos convertido.

Jablonka, parisino de origen judío, es profesor de Historia y en su libro, entrañable, de hondura grave y recuerdos livianos, ejerce de historiador de su infancia. Admite que sus libros son "varias cosas a la vez, historia, sociología, antropología, investigación, relato, bitácora, biografía, autobiografía, oración, literatura...". Una ruleta conmovedora que, en En camping-car, nos refleja tal como fuimos.

sábado, 20 de abril de 2019

LA TRAMA NUPCIAL. TRÍO

Jeffrey Eugenides invierte bastante tiempo en construir sus novelas. Creo que lo exigen: esa precisión estructural edificada a través de un apacible río narrativo requiere la calma y el tino de un arquitecto meticuloso, y Eugenides es el diseñador de rascacielos asombrosos. Nueve años separan sus tres obras largas, las extraordinarias Las vírgenes suicidas, Middlesex y La trama nupcial, esta la tercera por la que me he dejado atrapar, que confirma la maestría deslumbrante de este autor. (Algo menos de tiempo transcurrió antes de la publicación de los inquietantes relatos posteriores reunidos en Denuncia inmediata.)

Un trío, dos hombres y una mujer, forman La trama nupcial. Leonard y Mitchell, a su manera, desde la tortura de su inestable mente uno y en la búsqueda espiritual del sentido de la existencia el otro, están enamorados de la idealista Madeleine, que en los libros indaga sobre el misterio del amor. Solo coinciden los tres, sin rumbo estable desde sus años universitarios hasta la entrega a la madurez, en una breve escena en una habitación, de apariencia anecdótica en el momento en que ocurre, aunque determinante en el desenlace brillante de la novela. La trama nupcial, con sus personajes débiles pero arrebatadores, habla de creer y resistir, de una lucha consigo mismo que subyace a la búsqueda del amor.

martes, 26 de marzo de 2019

LIBROS DEVORADORES

Retiro el envoltorio y leo: Los libros que devoraron a mi padre. Es el Día del Padre y mi hijo me ha regalado esto, con la intuición acertada de su madre. Afonso Cruz, portugués, escribe esta historia, que edita Blackie Books en España. Me dejo tragar, devorar por las palabras. "Estamos hechos de historias", repite el autor, "no de sangre, huesos y ADN", sino de historias. Y el niño que es protagonista busca a su padre desaparecido entre los libros del ático. Y se cruza con personajes que tenían vida en La isla del doctor Moreau, El doctor Jeckyl y Mr. Hyde, Crimen y castigo. La aventura es ágil, tierna, siniestra a veces, acompaña al crío en su crecimiento de gran lector. Y nos transmite que la materia de la que estamos hechos da forma a nuestros recuerdos, y que estos cambian según dejamos el pasado atrás. Porque sí, son las historias las que nos devoran, los libros, como una inagotable pesadilla. E imprescindible.

lunes, 4 de marzo de 2019

EL ÚLTIMO TRAGO DE LA AMISTAD


Quiero que los libros no me suelten durante días después de haberlos terminado, seguir al lado de sus personajes y dentro de su mundo interior y su mundo exterior como si sus experiencias cerradas y abiertas fueran las mías. Otro libro que ha conseguido este año que conviva tan intensamente con su propia dimensión es Últimos tragos, con el que Graham Swift ganó el Man Booker Prize en 1996.

Antes de abrir el libro conocía su trama. Había visto, dos veces, la película que lo lleva a la pantalla, Last orders, rodada en 2001 por Fred Schepisi. Michael Caine, Bob Hoskins, Tom Courtenay, Ray Winstone, David Hemmings y Helen Mirren forman el reparto principal de un hermoso film ejemplarmente adaptado de la novela, los monólogos cruzados de cuatro personajes (y otros de su entorno) que llevan en un viaje en coche por el sur de Inglaterra las cenizas de su amigo Jack hasta la orilla del mar. El libro lo tenía en casa desde hace tiempo y no fui yo el primero en leerlo. Ahora lo ubico en esa estantería mental de libros imprescindibles.

Swift me absorbe y exige para después liberarme de placer. Cava en los rincones más escondidos de sus personajes y los enseña desnudos, en su vulnerabilidad. Últimos tragos se mueve hacia delante y hacia atrás, se detiene en escenas que entrelazan palabras y pensamientos y arroja luz sobre el porqué de nuestros actos y la fragilidad de los secretos. El pub donde los amigos compartían sus vidas después de cada trabajo, familias rotas y hombres solos, hijos que huyen y vuelven, las últimas voluntades fiadas a la fuerza de la amistad. Vida y muerte conviven inseparables en la obra de Swift (El país del agua, El Domingo de las Madres, Fuera de este mundo), en viajes que dan sentido a lo que nos define como efímeros e insignificantes seres humanos.

jueves, 7 de febrero de 2019

EN LUGAR SEGURO... LA GENEROSIDAD

Este es placer supremo de voraz lector: descubrir una obra sublime de un autor al que se lee por primera vez, avalado o no (una y otro) por la hemeroteca de elogiosas reseñas. El último en entrar en esta caterogía es Wallace Stegner y el libro, En lugar seguro, publicado por primera vez en España por ese baúl de tesoros que es Libros del Asteroide. Esta novela es, no hay lugar a duda, una obra maestra.

En su lectura no pasan por los escenarios de la imaginación historias, tramas, giros argumentales o lances inauditos ni grandilocuentes; no hay desenlaces épicos ni dramatismo extremo. Lo que hay son cuatro personajes únicos descritos de forma conmovedora, con sus dudas y certezas, sus fuerzas vivas y sus sueños íntegros; dos parejas unidas por una larga amistad de décadas que envejecen desde los años de la Depresión hasta los últimos días de uno de sus miembros, todos juntos y su prole reunidos para una despedida que no es sino una bendición a la generosidad, al calor de la compañía y el aliento de la ayuda.


Y lo que arrebata al lector y hace de En lugar seguro una novela extraordinaria es un personaje y un autor: Charity, toda ella irradiando, con sus rigores desquiciantes y su ansia de control, precisamente la caridad que su nombre expresa; y Stegner, escultor impecable de palabras, sastre exquisito para hilar las íntimas relaciones de sus seres con lo que dicen sus gestos y silencios. Tan poco parece bastar, tan lejos llega la emoción.

(No precisa de esas apreciaciones que convierten a determinados libros en las Grandes Novelas de su País, de Estados Unidos en este caso. Si hubiera que apostar por alguna y me pidieran proponer candidatas, yo lo haría por esta.)

martes, 5 de febrero de 2019

CARVER A TRAVÉS DE TOMINE

Lo que más me gusta de Raymond Carver es lo que no escribe ni cuenta, lo que esconden sus relatos entre líneas y callan sus personajes después del punto final, que dejan al lector sumido en la tristeza que tan a menudo empaña las vidas de sus hombres y mujeres o de sus parejas. Hay una espesa amargura en la obra de Carver que trasciende el pequeño universo que exploran sus relatos y extiende su dolor a la soledad que hunde en la grisura al ser humano. Unas veces desde la anécdota, otras a través de un diálogo, o de un periodo que desgasta la relación de un hombre o una mujer con sus allegados. Y eso, el sello desolador de Carver, lo encuentro (no soy el único en dejarlo por escrito) en las historias gráficas de Adrian Tomine.

Paseo por las viñetas cada cierto tiempo, menos del que me gustaría. Nunca me sedujo lo suficiente el cómic pese al atractivo de los mundos que recrea y a los dibujos con que lo hace; será porque siempre he concedido demasiato tiempo a los libros, a las películas y a los discos y me encontré sin horas para profundizar en la banda diseñada. Tomine, norteamericano de origen asiático, es ilustrador en The New Yorker y de entre sus obras, que incluyen breves relatos con seres aislados y desorientados, en conflicto consigo mismos y con sus familias o parejas, he leído dos que me han encantado: Intrusos y Sonámbulos y otras historias. En ellas, el último de sus dibujos te deja suspendido en la hondura de una decepción, un desamparo en mitad de la vida, una incomunicación. Vidas cruzadas cuando hablamos de amor.


lunes, 21 de enero de 2019

ANIMALES

De vez en cuando leo la historia de un animal, mejor un perro, tan cercano siempre a los humanos, que cualquier otro. No son muchas esas historias que pasan por mis manos, sino pocas pero sumamente agradables, grandes libros diría. Quizá debemos reconocernos más a menudo en los animales para iluminar nuestros límites y ver más allá de ellos, para dejar de cansarnos de nosotros mismos y encontrar en otras criaturas ejemplos con los que estaríamos orgullosos y que seguramente nos harían sentir más dichosos.

La llamada de la naturaleza, de Jack London, da vida a Buck, un cruce de San Bernardo y pastor escocés al que apartan de su relajada rutina para arrojarlo a las crueles tierras heladas del norte para acompañar a los buscadores de oro. Magistral libro el de London, con la aventura y la supervivencia como vehículo hacia el encuentro con la esencia de nuestro lado salvaje. Antes me lo he pasado de maravilla con Flush, una novelita de Virginia Woolf sobre la acomodada vida de un cocker spaniel; con Tumbuctú, la novela de Paul Auster que sigue los azarosos pasos de un perro de raza indefinida, Mister Bones, y su amo Willy Christmas; con los Crímenes bestiales que relata Patricia Highsmith; y, no nos olvidemos, con la necesaria sátira con la que George Orwell retrató la endémica fiebre de poder y totalitarismo en Rebelión en la granja.

Vida perra. Vida animal.