jueves, 30 de enero de 2020

FLAUBERT, EL LORO Y JULIAN BARNES

"En los libros las cosas quedan explicadas; en la vida, no. No me extraña que la gente prefiera los libros. Los libros le dan sentido a la vida. El único problema radica en que las vidas a las que dan sentido son las de otros, jamás a la del lector".

Julian Barnes me fascina en algunas obras, bien por la fina belleza con que traza sus tramas (El sentido de un final, La única historia) o por la innovadora complejidad de sus planteamientos (Arthur y George, El loro de Flaubert). Y eso que tiene títulos que se me atragantan (Al otro lado del Canal, Inglaterra, Inglaterra). Uno de sus trabajos más elogiados es precisamente El loro de Flaubert, que he tardado en leer y con el que me lo he pasado muy bien. Si eres un poco friki, o mucho, con algo en tu vida (un actor, una saga de películas, un grupo musical, la cocina, la NBA), lo disfrutarás más, sin duda.

La novela la conduce un apasionado aficionado de Gustave Flaubert, alguien que es capaz de viajar a donde sea necesario para encontrar un loro disecado que acompañaba al autor francés en la escritura de una obra. El narrador disecciona a Flaubert como persona, autor, pensador, provocador y (algo parecido a un) amante en una suerte de dinámica y caprichosa biografía. En la experiencia explora el estilo literario de Flaubert y el efecto de su lenguaje, como también sus vicios, costumbres y extravagantes pensamientos. Juega con las obras y personajes de Flaubert, revive a personas reales que lo conocieron y tuvieron relaciones estrechas con él y establece sutiles y a la vez profundas comparaciones entre detalles biográficos de Flaubert y su propia vida. Tú, yo, nosotros que somos frikis de algo en nuestra vida, hemos querido compartir esa devoción, hacernos entender, pero seguramente no sabemos hacerlo con el tino irónico y asombroso de Julian Barnes en este libro.

domingo, 19 de enero de 2020

NABOKOV REVISITED

¿Quién era esa mujer a la que dedicaba todas sus obras? Véra, por supuesto, su esposa. "A Véra", en cada apertura. Algo más que eso: su agente, su correctora, traductora, confidente, protectora de su obra, paciente testigo de sus caprichos, la luz de su vida (no tanto el fuego de sus entrañas, quemadas por las ninfas que guardaba en el recuerdo). Véra y Vladimir Nabokov reviven gracias a Monika Zgustova en Un revolver para salir de noche. El texto, publicado por Galaxia Gutenberg, es una especie de indagación novelada que explora de forma concisa y precisa la dependencia de ambos: el genio y su admiradora; la jefa y el artista, la cazadora y el cazador. Lo hace Zgustova mediante cuatro instantes de sus vidas enriquecidos con recuerdos y escenas de años previos o posteriores que se detienen en gloriosos momentos de su relación y en etapas de zozobra y, sobre todo, definen su inevitable unión: cómo ella necesitaba completarse con el control que hacía de él y cómo él creaba gracias a cuanto ella lo controlaba.

"Mi mujer es mi primer lector, y el mejor de ellos. Sin ella, nunca sería el que soy".

Parece que ha pasado toda una vida. Mis años Nabokov debieron ser cuatro o cinco, un periodo universitario en el que devoré al autor de Lolita con todo cuanto caía en mis manos: de lo sublime (Risa en la oscuridad) o lo imposible (Ada o el ardor), de lo mayor (Mashenka) a lo menor (Cosas transparentes). Tengo desde hace tiempo un tomo de 750 páginos con el compendio de sus cuentos, que (creo) irán salpicando este año de lecturas.