lunes, 25 de noviembre de 2019

LA LIBERTAD... BY FRANZEN

Libertad para ser coherente con unos principios, para realizarse como persona, para no depender de nadie, para no rendir cuentas, para amar y para odiar. Un sueño en extinción. Sobrevivir a lo que nos hace vulnerables. En las junglas de asfalto, a cielo abierto en la naturaleza, en las cárceles del hogar.

Libertad (2010) entierra Las correcciones (2001). ¿Gran novela americana? Paso de tan elevadas categorías. Desconozco si entre los acólitos de Jonathan Franzen hay preferencias claras entre una y otra obra o las dos compiten en admiración. Con la primera en el tiempo me atraganté, me quedé sin aire por momentos, incapaz de agarrarme a elementos afines o de simpatía; con la que le sucedió nueve años después salgo a flote y me dejo arrastrar por los lazos que la familia Berglund y su amigo íntimo Katz me ofrecen. Con el telón de fondo de la crisis económica de la pasada década y la desmedida ansia materialista de la sociedad americana, Franzen, tan ambicioso como reflexivo, escarba en su celebrada novela Libertad en las contradicciones, deseos, frustraciones, angustias y supervivencias de quienes nos aferramos a unos ideales o tratamos de atraparlos. Con éxito y sin él.

viernes, 8 de noviembre de 2019

EL CÍRCULO CERRADO. CUANDO APRENDIMOS A LEER

La noticia, no por esperada, es menos triste. Pérdidas y falta de adaptación a nuevos mercados y nuevos formatos han acabado con Círculo de Lectores, una red de lectores que durante casi 60 años acercó la lectura a nuestras casas. A la mía también. Esta es mi pequeña historia con el Círculo.

Mi madre se había hecho socia, no recuerdo cuándo ni gracias a qué promoción. Yo era un crío, 10 o 12 años tendría. ¿Quieres pedir algún libro?, me preguntó un día. Aquel mes a ella no le interesaba ninguno y yo pasé las páginas de la revista que nos llegaba todos cada mes (¿o era cada dos?) para buscar algo que me apeteciese. Era el Círculo de Lectores, que te traía los libros a casa, con tapa dura y un logo circular en el canto, envueltos en un plástico. Lo que encontré, no recuerdo qué fue: quizá un libro juvenil, no sé. En los años siguientes llegaron más revistas y más pedidos: un libro de Groucho Marx, y más tarde otro de Julian Barnes, y de Ian McEwan, de Guillermo Arriaga, de Paul Auster, y un disco de Bad Company, y puede que algún artículo más de los que tenían en catálogo. Al vivir solo, una mañana una chica timbró en mi piso. Yo ya compraba muchos libros entonces y me había olvidado del Círculo. La chica era guapísima y no paraba de hablar, quería convencerme y lo consiguió enseguida (sin cruzar el umbral de la puerta). Por hacerme socio me regalaban dos libros: La sombra del viento, el de Zafón que me entretuvo, y Hasta que te encontré, un tochazo de John Irving que me gustó mucho. Y cada mes una señora (la chica se esfumó) me traía la revista y me llamaba por teléfono para preguntarme qué me interesaba. Pero el catálogo cada vez me interesaba menos y me resultaba difícil elegir. Y me volví a olvidar del Círculo, salvo cuando veía el canto de sus libros en las estanterías de las librerías de viejo. Y hoy ya no existe el Círculo, que a muchos nos ayudó a caer en el placer de la lectura. Gracias.

martes, 5 de noviembre de 2019

LAS PREGUNTAS DEL JOVEN COETZEE

"¿Es ese su problema, así de simple: que todo este tiempo ha sobrestimado su valía en el mercado, engañándose con la idea de que le correspondían las escultoras y las actrices cuando en realidad le corresponde la maestra de guardería del piso de protección oficial o la aprendiza de la zapatería?"

Es raro no sentirse en la piel de J. M. Coetzee en los años que rememora en Juventud, la segunda entrega de sus memorias noveladas, en las que sus días en Londres tras abandonar Ciudad del Cabo y una distante relación familiar, al poco de pasar de los 20 años, revelan al joven ambicioso y decidido pero también inseguro y descentrado que, en el fondo, hemos sido todos. Si algo sobresale en esta obra, este sumergimiento en los deseos, vocaciones, miedos y rutas variables de la juventud, son las numerosas preguntas que el autor se hace a lo largo del relato. Preguntas sobre lo universal y sobre lo mundano, desde lo trascendente a lo insignificante; sobre aquello a lo que me quiero dedicar y entregar, sobre a quién quiero encontrar, sobre un país en conflicto consigo mismo y una persona que no se encuentra a sí misma. 

Coetzee intercala sus preguntas, las que todos nos hemos hecho cuando no sabíamos aún ni quieres éramos ni qué queríamos para todo cuanto nos esperaba, con escenas vividas en aquellos años, a mediados de los sesenta, en un Londres gris pero seductor que crees que te va a conquistar y a definir pero que en realidad te convierte en el más anónimo de sus seres anónimos. Juventud (escrito un año antes de que su autor recibiese el Nobel de Literatura) son las memorias que todos guardamos desde hace tiempo en el cajón.