jueves, 7 de febrero de 2019

EN LUGAR SEGURO... LA GENEROSIDAD

Este es placer supremo de voraz lector: descubrir una obra sublime de un autor al que se lee por primera vez, avalado o no (una y otro) por la hemeroteca de elogiosas reseñas. El último en entrar en esta caterogía es Wallace Stegner y el libro, En lugar seguro, publicado por primera vez en España por ese baúl de tesoros que es Libros del Asteroide. Esta novela es, no hay lugar a duda, una obra maestra.

En su lectura no pasan por los escenarios de la imaginación historias, tramas, giros argumentales o lances inauditos ni grandilocuentes; no hay desenlaces épicos ni dramatismo extremo. Lo que hay son cuatro personajes únicos descritos de forma conmovedora, con sus dudas y certezas, sus fuerzas vivas y sus sueños íntegros; dos parejas unidas por una larga amistad de décadas que envejecen desde los años de la Depresión hasta los últimos días de uno de sus miembros, todos juntos y su prole reunidos para una despedida que no es sino una bendición a la generosidad, al calor de la compañía y el aliento de la ayuda.


Y lo que arrebata al lector y hace de En lugar seguro una novela extraordinaria es un personaje y un autor: Charity, toda ella irradiando, con sus rigores desquiciantes y su ansia de control, precisamente la caridad que su nombre expresa; y Stegner, escultor impecable de palabras, sastre exquisito para hilar las íntimas relaciones de sus seres con lo que dicen sus gestos y silencios. Tan poco parece bastar, tan lejos llega la emoción.

(No precisa de esas apreciaciones que convierten a determinados libros en las Grandes Novelas de su País, de Estados Unidos en este caso. Si hubiera que apostar por alguna y me pidieran proponer candidatas, yo lo haría por esta.)

martes, 5 de febrero de 2019

CARVER A TRAVÉS DE TOMINE

Lo que más me gusta de Raymond Carver es lo que no escribe ni cuenta, lo que esconden sus relatos entre líneas y callan sus personajes después del punto final, que dejan al lector sumido en la tristeza que tan a menudo empaña las vidas de sus hombres y mujeres o de sus parejas. Hay una espesa amargura en la obra de Carver que trasciende el pequeño universo que exploran sus relatos y extiende su dolor a la soledad que hunde en la grisura al ser humano. Unas veces desde la anécdota, otras a través de un diálogo, o de un periodo que desgasta la relación de un hombre o una mujer con sus allegados. Y eso, el sello desolador de Carver, lo encuentro (no soy el único en dejarlo por escrito) en las historias gráficas de Adrian Tomine.

Paseo por las viñetas cada cierto tiempo, menos del que me gustaría. Nunca me sedujo lo suficiente el cómic pese al atractivo de los mundos que recrea y a los dibujos con que lo hace; será porque siempre he concedido demasiato tiempo a los libros, a las películas y a los discos y me encontré sin horas para profundizar en la banda diseñada. Tomine, norteamericano de origen asiático, es ilustrador en The New Yorker y de entre sus obras, que incluyen breves relatos con seres aislados y desorientados, en conflicto consigo mismos y con sus familias o parejas, he leído dos que me han encantado: Intrusos y Sonámbulos y otras historias. En ellas, el último de sus dibujos te deja suspendido en la hondura de una decepción, un desamparo en mitad de la vida, una incomunicación. Vidas cruzadas cuando hablamos de amor.