jueves, 22 de agosto de 2013

NOVECENTO… LA MÚSICA, EL OCÉANO


Alessandro Baricco no acierta a calificar esta obra suya. Cuenta antes de empezar que la escribió para un actor y un director. Un monólogo teatral, podría considerarla. Una leyenda, así me gusta a mí llamarla. Lo que sea. De todos modos a él le parece “una historia hermosa que valía la pena contar”. Y le gusta pensar que alguien la leerá. No lleva más de una hora hacerlo. Es hermosa, vaya si lo es. Novecento (La leyenda del pianista en el océano).

Conocía esa historia. Aún no habíamos cambiado de siglo cuando vi la adaptación de Giuseppe Tornatore (hijo de puta, nos vacías de lágrimas con la pasión que vuelcas en las pasiones que nos enseñas). Salí entusiasmado del cine. He querido volver a ver alguna otra vez aquella película y parece que ahora me voy a animar a ello. Novecento (Tim Roth en el film) es un pianista excepcional que nunca ha bajado de un trasatlántico en el que deleita a los viajeros con su música extraordinaria. Allí nació, allí aprendió a acariciar las teclas, a conocer el mundo a través de los rostros y los gestos de la gente. Allí, balanceado por el océano, compartió palabras, silencios y sonidos con unos músicos y se retó a otros. Y nunca pisó tierra firme.

Baricco embellece la sencillez de las emociones, la ternura de sus planteamientos extremos (al Zweig de sus relatos más entrañables me recuerda). Su retrato de Novecento, ese pianista imposible, nos congracia con la pureza de la música y la inmensidad del océano.

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