jueves, 10 de octubre de 2013

ZWEIG… SER LEÍDO


El mayor premio, el premio más puro y originario, es ser leído.
En algunos autores encuentro la obligación personal de ser leídos y la voluntaria inclinación a recomendarlos. Acudo a las novelas cortas de Stefan Zweig con frecuencia, cada cuatro o cinco libros más largos que pasan bajo la lámpara durante el año. Es sano, medicinal, absorbente desde la primera frase, desvela las entrañas de la personalidad y la fragilidad del ser humano. Desde aquella primera lectura de un tirón de Carta de una desconocida, de madrugada en el interior de un coche, Zweig me llama a sus páginas. Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Ardiente secreto o Mendel el de los libros, alcanzan las alturas de aquella apasionada y resignada carta. ¿Fue él?, Leporella o Las hermanas dejan estupefacto.

La editorial Acantilado ha publicado gran parte de sus novelas cortas y algunas de sus obras más extensas, además de alguna antología. Zweig cultivaba el ensayo y la biografía, y sus viajes y ocupaciones le permitían penetrar con lupa analítica en el alma de las personas y en la realidad de las situaciones. Y compartirlo con una elegancia narrativa magistral. Su desesperanzado suicidio representa el agudo pesimismo que encierran sus historias. 

A Zweig, aconsejo, conviene tenerlo a mano.

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