Te das cuenta, cuanto más lees, de todo cuanto aún te queda por leer. Las novelas cortas me acercan al umbral de ese pelotón inabarcable en el que me esperan los autores que aún no me he llevado a la boca. Tener buena parte de sus obras al alcance hace excitante el acto mismo de sumergirse en sus lecturas, de probar el agua con la punta de los pies y, si la temperatura es agradable, animarse a llegar hasta la cintura y quizá, con el tiempo, mojarse el cuerpo entero con obras de más volumen, más profundas. Mis últimas incursiones literarias se detuvieron en dos Miller, Henry y Arthur, autores de los que te sabes unas cuantas cosas de sus vidas y obras pero que tardas en entrar en ellas.
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