miércoles, 2 de abril de 2014

TANTO QUE LEER, TAN POCO TIEMPO…


No pocas de las conversaciones que mi amigo Fernando y yo teníamos al abrigo cotidiano del Toll Gate de Turnpike Lane las rematábamos con un lamento por el exceso y el defecto: ¡cuántos libros nos quedan aún por leer y qué corta es la vida! Cuando años después nos seguimos reencontrando en algún momento de nuestros caminos y nos ponemos al día repasando las lecturas que han pasado por la alcoba regresamos siempre al mismo punto, a ese asombro por la magnitud que abarca la literatura y al deseo de acaparar la mayoría de sus palabras sin jamás poder conseguirlo: ¡cuánto qué leer y qué poco tiempo!

La frase, por cierto, viene que ni pintada para descartar con elegancia la lectura de un autor cuando a uno le es recomendado y las ganas de conocerlo son más bien escasas. Cuántos libros, sí, y necesitamos invertir también el tiempo en muchas otras tareas, obligaciones y distracciones productivas. Mientras uno lee Trenes rigurosamente vigilados y otro se dispone a indagar en un nuevo misterio de la mano de Benjamin Black/John Banville

Al dejarme caer por las librerías, entre los estantes de novedades, o por esas tiendas de segunda mano, rastros que acogen lo que tantos humanos descartamos, donde los tomos nos piden a gritos, con el precio de risa en la portada, que los llevemos a la cesta de la compra, pienso en la altura que alcanza la pila de lecturas pendientes y vuelvo a decirme eso de que tenemos tan poco tiempo… Quizá un día tenga que salir de casa para dejar espacio al acomodo de más libros.

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