jueves, 4 de febrero de 2016

EL DIARIO DE ELVIRA, NOCHES SIN DORMIR

Apenas he pisado terreno literario plantado por la confesión cerrada de un diario. Rescataría aquellas líneas escritas por la pluma atormentada de un o una protagonista para confeccionar un breve catálogo de diarios novelados, pero ahora me falla la memoria. Este que descubre Elvira Lindo y Seix Barral me ha llamado a abrirlo, a ponerme en la piel de la autora y pasear por sus agudas y cercanas reflexiones. Elvira es próxima, sí, y tierna, y frágil y dura al mismo tiempo, y escarba en lo que esconden los ojos y los retratos, y observa y cava, y emociona sin proponérselo contando lo que a todos nos ha inquieta, sorprende, agrada o indigna en la ruleta traviesa que es la vida cotidiana. Lo hace en los pocos meses que recoge Noches sin dormir, a punto de dejar Nueva York, donde ha vivido los últimos once inviernos con su pareja, el escritor Antonio Muñoz Molina. Unos, méritos y virtudes al margen, tienen más facilidades que otros para compartir sus vidas impresas en la pureza del papel.

El libro, el diario, escrito con la visión transparente de una observadora y narradora vocacional, se acompaña de imágenes captadas por la cámara de Elvira (parques al amanecer, paseantes, reflejos en charcos, viajeros de metro, gente que habla y vive), postales del último y terrible invierno de Nueva York antes de regresar a España. Corre la rutina contada, el hormigueo de la soledad y el consuelo de la compañía, ruido y música de contrastes, el latido discontinuo de una ciudad. Y al cerrar el diario explota desbocado el vicio insano y necesario de escribir para abrirse ante nosotros mismos.

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