domingo, 23 de febrero de 2020

LA SENCILLEZ COTIDIANA DE ANNE TYLER

Al terminar de leer una novela de Anne Tyler me digo: ¡Qué bien me cae esta mujer! Reunión en el restaurante Nostalgia, El turista accidental, ahora El hombre que dijo adiós. Son pocas las que han pasado por mis manos (al acabar una siempre me proponga que caigan más), suficientes historias para enviarme esa grata creencia de que estás ante una persona, la autora, con la que te gustaría pasar más de una larga tarde de conversación y compartir las alegrías y las angustias que te ofrece la vida, los momentos de cotidiana e inmensa felicidad y las pruebas de resistencia e integridad cuando recibes los golpes más duros. De eso tratan los libros de Anne Tyler: de parejas o familias humildes y sencillas que se separan o reencuentran, de adaptarse a nuevas etapas o rutinas, a pérdidas o a encuentros, de relacionarse con las seres que tenemos más a mano.

No hay pretenciosidad ni artificio en los libros de Tyler. La sencillez de su escritura es transparente y acompaña con sentido, naturalidad y entrañable humor a unos personajes tan de carne y hueso, tan próximos, como cualquiera de nosotros, casi siempre asentados en la ciudad de Baltimore. Es lo que hace de la facilidad una gran virtud. El hombre que dijo adiós es una delicada joya que realza la finura natural de su autora. Aaron repasa la compleja relación con su mujer a partir de su muerte, cuando trata de asumir el duelo con entereza hasta que ella se la aparece para resolver los asuntos que dejaron pendientes, pequeños roces que los unían y a la vez distanciaban en la esfera misteriosa que alimenta a las parejas.

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