lunes, 6 de marzo de 2017

LEMAITRE Y VERHOEVEN

Hay un aspecto, un detalle agradecido y sincero de Pierre Lemaitre que me gusta mucho de sus obras que he leído: que al final de cada historia reconozca, nombrándolos, haber tomado citas (algunas modificadas) de autores que admira. El Lemaitre que hasta ahora conozco es el creador del comandante Camille Verhoeven, inteligente, pertinaz y sufrido protagonista de las cuatro novelas negras, retorcidas y salvajes del autor francés: el ciclo que forman Irène, Alex, Rosy y John y Camille, una serie que empecé en 2015 y a la que acabo de poner fin.

Con Lemaitre yo también debo ser agradecido. Por agarrarme desde sus páginas y llevarme por sus traumatizantes casos infectados con saña de sangre y horror y sus ágiles y concienzudas investigaciones en un carrusel frenético de tensión y expectación. La novela negra suele tropezar con sus propios tópicos en personajes y motivaciones, ambientes y desenlaces previsibles, costumbres que a menudo trivializan el género, pero que Lemaitre esquiva o espanta con la brillantez de una prosa sin respiro y los giros impredecibles de tramas asfixiantes. Tiene que ayudar que nuestro héroe, los 1,45 metros que mide Verhoeven, conduzca la nave con la seguridad de un capitán intachable. Y Verhoeven, con sus caídas y desgracias, la pasión por su trabajo y las nuevas oportunidades (lejos de esos molestos tópicos) consigue que nos entreguemos a él y a su creador.

Del ciclo, si debo escoger una, me decanto por Alex. El otro Lemaitre también me espera.

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