Yo, tú, nosotros, nuestras
familias, los vecinos, la gente que nos acompaña a diario en el
trabajo o de camino al trabajo… quizá merezcamos unas líneas que
pasen por nuestras vidas, por estas nuestras vidas que puede que no
sean dignas de comentario, por momentos y experiencias carentes de
sacrificios, gloria, grandes esfuerzos o heroicidades. Podemos contar
nosotros esas vidas o dejar que las cuenten por nosotros, desde el
anonimato que nos cobija o en la escritura de quien llegue mucho más
allá de la privacidad, de quien dé luz a nuestras vidas contadas.
Para que alguien sea conocedor de ellas, para que rindamos cuentas
con nuestro pasado.
Richard Ford escribió el
texto autobiográfico Mi madre en poco más de 70 páginas. Las
suficientes para contar magistralmente la larga vida triste, anodina,
más bien vacía, conformista de su madre; alguien a quien la
maternidad le llegó de sorpresa sin estar nunca preparada para la
felicidad, pero una madre, una madre, a la que decir 'te quiero'. Por
esas pocas páginas, en las que el autor admite no recordar o no
conocer detalles de su madre y de sus padres que en realidad poco
importa saber, se deslizan silenciosas, atrapadas por los ambientes que Ford describe en relatos como los de Rock Springs o novelas como Canadá, salpicaduras de la vida de una
madre a los ojos de su hijo, desde los primeros viajes en coche a las
necesidades finales de cuidados, la distancia y el abrazo. Suficiente
para comprender la misteriosa verdad de las cosas que importan.
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