jueves, 3 de mayo de 2018

NADANDO, BEBIENDO


En una acogedora librería de Amberes (un precioso templo nuevo, no se trataba de un vetusto palacio del saber con libros y muebles carcomidos) me hice con un librito de relatos de John Cheever. Digo librito porque no era una de sus colecciones amplias de cuentos, sino una edición especial de la editorial Vintage que con un asunto general como temática (amor, guerra, amistad, depresión, libertad, injusticia, comida, bebida…) reúne en cada ejemplar un puñado de textos del mismo autor en poco más de 100 páginas. El libro de la bebida tiene como autor a Cheever, bebedor crónico de una clase media americana anclada en la rutina despiadada de los suburbios hasta pocos años antes de su muerte. Me reencontré por tanto con El nadador (y descubrí otros devastadores relatos suyos sobre la condena del alcohol), que releí en otro idioma para ahogarme en las penas destructivas del abuso de la bebida.

Cheever pensó primero en escribir una novela con el argumento de El nadador, el regreso a casa de un hombre nadando en las piscinas de sus vecinos y bebiendo en sus jardines en un mismo día, pero la historia se publicó en The New Yorker como relato. En 1968 se estrenó una adaptación cinematográfica con Burt Lancaster como protagonista y dirigida por Frank Perry y un no acreditado Sydney Pollack. El texto, retomado hoy, me causó tanto dolor y a la vez horror como la primera vez. Su premisa surrealista transporta el fondo de la historia a los escenarios pegajosos a los que tanto acudía Cheever: hastío en la convivencia, escapismo etílico, inevitable soledad, vulnerable desolación de la condición humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario