martes, 11 de junio de 2019

LA MEJOR HISTORIA DE JULIAN BARNES

Desde el otoño de nuestras vidas que divisa muy cerca el invierno, la vista atrás nos devuelve al frescor eufórico de la primavera. Con la perspectiva de la templanza y el juicio de quien ya no espera más satisfacciones, sin impulsos corrompidos por las prisas y la ambición. Julian Barnes (73 años) se ha metido en el pellejo de un veinteañero que, muchos años después de aquel amor que condicionó el resto de su vida, se pregunta si es mejor amar más y sufrir más o ahorrar en amor y en sufrimiento. Como si en el momento del aguijonazo mágico del encantamiento fuéramos capaces de vernos en el curso de su maldición.

Tiene La única historia la nostalgia dolorosa de El sentido de un final, la misma habilidad de exposición en el recorrido por las vivencias que nos recupera la memoria: el encuentro en una pista de tenis, la cercanía de los paseos en coche, la huida y su presupuesto, la convivencia, la soledad y las mentiras, el resto, lo que aún queda. Barnes se mira en un personaje que acepta su dependencia del amor y asume las consecuencias. Sin gestos ni escenas para la galería, sin el vicio de la sensiblería. En su mejor novela. Quizá.

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