domingo, 19 de enero de 2020

NABOKOV REVISITED

¿Quién era esa mujer a la que dedicaba todas sus obras? Véra, por supuesto, su esposa. "A Véra", en cada apertura. Algo más que eso: su agente, su correctora, traductora, confidente, protectora de su obra, paciente testigo de sus caprichos, la luz de su vida (no tanto el fuego de sus entrañas, quemadas por las ninfas que guardaba en el recuerdo). Véra y Vladimir Nabokov reviven gracias a Monika Zgustova en Un revolver para salir de noche. El texto, publicado por Galaxia Gutenberg, es una especie de indagación novelada que explora de forma concisa y precisa la dependencia de ambos: el genio y su admiradora; la jefa y el artista, la cazadora y el cazador. Lo hace Zgustova mediante cuatro instantes de sus vidas enriquecidos con recuerdos y escenas de años previos o posteriores que se detienen en gloriosos momentos de su relación y en etapas de zozobra y, sobre todo, definen su inevitable unión: cómo ella necesitaba completarse con el control que hacía de él y cómo él creaba gracias a cuanto ella lo controlaba.

"Mi mujer es mi primer lector, y el mejor de ellos. Sin ella, nunca sería el que soy".

Parece que ha pasado toda una vida. Mis años Nabokov debieron ser cuatro o cinco, un periodo universitario en el que devoré al autor de Lolita con todo cuanto caía en mis manos: de lo sublime (Risa en la oscuridad) o lo imposible (Ada o el ardor), de lo mayor (Mashenka) a lo menor (Cosas transparentes). Tengo desde hace tiempo un tomo de 750 páginos con el compendio de sus cuentos, que (creo) irán salpicando este año de lecturas.

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