lunes, 15 de julio de 2013

DIARIO DE INVIERNO, PAUL AUSTER

Cada obra de Paul Auster encierra pedazos de su biografía (situaciones, anécdotas, recuerdos, personajes), pero sus textos más autobiográficos, A salto de mata y Diario de invierno, demuestran que cualquier vivencia de cualquier ser humano es digna de ser relatada. Es el mérito del autor, de su arte de vestir su vida y su imaginación con palabras, lo que convierte una biografía en un viaje apasionante.

En Diario de invierno, Auster abre la puerta al invierno de su vida. Por sus líneas desfilan episodios que ya han aparecido en otros libros suyos, salpicados ahora por la perspectiva que desde el presente traza una persona que siente la llegada de la vejez a punto de cumplir 64 años. Chispazos de su infancia en la memoria, sus años de hambre en París, sus padres, su mujer, un accidente de tráfico, un ataque de pánico y cada una de las 22 estancias en las que ha vivido componen, entre otros capítulos personales, la particular biografía de un libro emotivo y magistral, cálido en cualquier invierno, medicinal, vital.

Al leer a Auster me abruman las ganas de escribir. Siento placer recorriendo el sentido de sus historias, de sus palabras. Nunca llegaré a su altura (no lo pretendo), a la cotidianeidad de hacer sencillo lo más íntimo, por mucho que lo intente. Lo que pasa es que envidio no poseer sus dotes naturales para compartir el calor de mis realidades e invenciones con el interés anónimo de los lectores.

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